Festejar el Nuevo Año con Ming Yi Chou
El artista taiwanés afincado en Sevilla exhibe en Birimbao 'Extraños' · Su pintura vitalista y llena de colorido defiende la armonía con la naturaleza
El pasado jueves dio comienzo el Año Nuevo chino, dedicado al conejo. Este mamífero "inquieto" encarna para Ming Yi Chou (Taiwán, 1969) las contradicciones de una sociedad global "sacudida por tifones, crisis económicas e inestabilidad geopolítica". Extraños es su respuesta pictórica y espiritual a ese balanceo "entre lo viejo y lo nuevo, entre lo blanco y lo negro": una veintena de cuadros que pueden admirarse hasta el 15 de febrero en una de las mejores galerías de Sevilla, Birimbao.
Esta sala de la calle Alcázares mostró en 2007 la individual Fantasía andaluza, donde Ming formulaba ya algunas de sus constantes creativas: el pulso entre contrarios, el valor de la caligrafía oriental, la elaboración de texturas densas, el colorido vitalista, las formas vibrantes y llenas de ritmo.
Si alguien pasa por un momento cabizbajo, no está de más recomendarle la visita a Extraños. Ming Yi Chou la ha concebido como una reflexión sobre la necesidad de recuperar la armonía con la naturaleza tanto como una evocación de momentos felices al alcance de todos, ya se trate de un chapuzón en las tardes sofocantes de agosto o de la llegada del solsticio de verano.
Luces de San Juan, el lienzo que preside la muestra, nos permite admirar la compleja evolución de este seguidor de la filosofía taoísta que no renuncia a ningún medio de expresión en su discurso estético. "San Juan es una suma de opuestos como el dragón chino porque su fiesta está ligada al fuego y al agua", explica.
Otras obras, como El ritmo de la naturaleza y Vaya invierno, sorprenden al visitante con su apariencia de collages. "Hasta yo me confundo a veces y dudo si habré pegado tela o cartulina. Pero no, son obras sobre papel donde empleo acrílico, rotulador, espray, serigrafía, variaciones tonales obtenidas con PhotoShop y muchas otras técnicas".
En el conjunto de la sala, cuadro tras cuadro, nos avisa de su interés por internet, el grafiti, la técnica del dripping de Jackson Pollock, las impresiones y estampas orientales, el manga, la pintura de Miró, el pop art, la Bauhaus y la utopía constructivista. Pero esas referencias son apenas el poso en la taza de té: lo que vemos es una obra personal, rotunda, donde conviven felizmente elementos contrarios como los cubos geométricos y los farolillos asiáticos de papel; realidades ajenas, extrañas, hermanadas por la mirada de un gran artista.
Ming Yi Chou se formó en diseño gráfico en Taiwán y hace más de una década se afincó en La Puebla del Río, donde mantiene su estudio y ha desarrollado su vocación, entre la pintura, el grabado y la instalación.
Acaba de doctorarse en Bellas Artes por la Universidad Hispalense con una tesis sobre Stanley Hayter. Se apasiona al hablar de este maestro del grabado del siglo XX. "Pollock se consideraba discípulo de este artista londinense que abrió en París y luego, en Nueva York, su decisivo Atelier 17, donde también trabajó Rothko. Hayter fue amigo de Kandinsky e influyó muchísimo en Miró y Picasso. Entender su filosofía me ha ayudado a desarrollar mi obra", asegura.
En 2007, Ming mostró en la influyente Sala Rivadavia de Cádiz su interés por las instalaciones con Anhelar-La sutil fragancia. Desde hace meses trabaja en otra gran pieza tridimensional de tela y gomaespuma pero la carencia de naves públicas donde crear y exponer este tipo de trabajos frena su ejecución. "Tras el cierre de espacios como Iniciarte otras instituciones deberían plantearse impulsar estudios y talleres, en la línea del Distrito 798 de Pekín", reflexiona.
La crisis también ha distanciado a Ming Yi Chou de su enorme túrculo, una prensa instalada en su estudio con la que asumía encargos de estampación y que ahora dedica a sus proyectos artísticos. Por fortuna, los ingresos están llegando de otros ámbitos. Y es que muchos de sus alumnos del Colegio San Francisco de Paula, o del Centro Andaluz de Diferenciación e Intervención en Superdotados, donde imparte lenguas orientales, tal vez ignoren aún que este profesor con gafas de pasta blanca y sonrisa imperturbable es uno de nuestros mejores creadores. En cambio, en Polonia, que le concedió el primer premio de Imagen Digital de su Bienal de Arte Gráfico 2010, ya están sobre aviso.
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