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Flor Galante | Crítica

Desde la ortodoxia historicista

El conjunto Flor Galante

El conjunto Flor Galante / Daniele Caminiti

En el siglo que lleva entre nosotros, el movimiento historicista ha tenido tiempo sobrado de crear su propio clasicismo interpretativo, su forma canónica de recrear la música antigua y, particularmente, la barroca. Y si ese movimiento tiene un núcleo irradiador tradicional se trata sin duda de Basilea, sede de la célebre Schola Cantorum y también del conjunto de jóvenes profesionales, dos de ellos sevillanos, que visitaban el viernes la Turina. No sorprende pues que sus versiones se alineasen con la mejor ortodoxia del historicismo, más aún en un repertorio tan típico como el del Barroco tardío alemán, inmenso campo muy trillado que sin embargo no deja de ofrecer trigo poco amasado, como fue el caso.

Había pues escaso margen de sorpresa, pero mucho para disfrutar de las cualidades individuales y colectivas de un grupo muy trabajado, conjuntado como las piezas de un reloj –pero saliendo del metrónomo con gusto y generosidad–, muy conocedor del estilo pese a la juventud de sus componentes y de sonido bien empastado, con un resonante legato general algo difuso en las arias pero que se articuló con claridad en las piezas instrumentales. Solvente la soprano Cornelia Fahrion, que navegó con bello color por los cromatismos de Telemann con apenas apuros de afinación en los saltos, Jantzen y Rademann ofrecieron un sonido sedoso y Cuadrado su timbre redondo y relajado. Irene González descolló una vez más por su enorme soltura en el continuo y su imaginación en los interludios improvisados.

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