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Cuando todo empuja | crítica de flamenco

Algo más que flamenco

Gabriel Aragú baila al cante de Inma Rivero en el estreno de 'Cuando todo empuja'.

Gabriel Aragú baila al cante de Inma Rivero en el estreno de 'Cuando todo empuja'. / Rafa Núñez Ollero

Con 30 años aún sin cumplir, y sin despreciar las colaboraciones con otros artistas, Gabriel Aragú sigue creando sus propios trabajos. En 2018 dio un paso adelante con Mimenko, el pasado año creó la coreografía corta Serendipia (presentada al Certamen Coreográfico de Flamenco de Madrid) y, ahora, la pandemia le ha servido para preparar, con nuevos aliados, la pieza que acaba de estrenar en el Teatro La Fundición.

Cuando todo empuja habla de la rabia, de las ganas de rebelarse frente a las convenciones, frente a lo que se espera de nosotros, y lo cierto es que alcanza unas cotas muy altas de energía, bien canalizada por el ritmo corporal y por la dirección de escena de Isabel Vázquez, artista de danza contemporánea que se enfrenta por vez primera a un espectáculo de flamenco.

Pero en ese desarrollo, Aragú nos muestra también la calidad de su baile, que domina a la perfección los códigos del flamenco, pero con un ánima que se sale de sus límites para tocar otros modos de expresión, como cuando sus brazos, que saben marcar y recogerse cuando deben, se entregan a una repetida partitura de gestos que aluden a otros lenguajes.

Y lo mismo sucede con la música. Comienzan las cantaoras, estupendas las dos. Mercedes Cortés con el dramático Corrido de las Monjas e Inma Rivero con un cante de trilla que nos permite conocer, desde su primera aparición, el rechazo del bailaor –que baila con una cuerda atada a la cintura, o sentado en una silla, con una magnífica exhibición de pies y de brazos- a seguir ciegamente la línea de la besana.

Luego seguirán otros ritmos flamencos, con la guitarra eficaz de Sócrates Mastrodinos, pero también hay lugar para el folkore de su país de origen, Chile, con la canción El Corralero. Y para decir algunos textos al micrófono –algo muy del gusto de la danza contemporánea- o para jugar a semiocultarse tras una tela, único elemento escenográfico junto a unas lámparas que cuelgan del peine.

Aparte de sus contenidos y sus riesgos, Cuando todo empuja deja a las claras que Gabriel Aragú tiene algo que muchos quisieran tener: su propio estilo.

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