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Bienal de Flamenco | La guitarra desnuda

Reivindicación jonda y apasionada de la guitarra

  • Gerardo Núñez presenta junto a otros cinco guitarristas el ciclo 'La guitarra desnuda', que ofrecerá hasta el 30 de septiembre catorce conciertos en el Espacio Turina

Gerardo Núñez (Jerez de la Frontera, 1961) sobre el escenario principal del Espacio Turina.

Gerardo Núñez (Jerez de la Frontera, 1961) sobre el escenario principal del Espacio Turina. / Juan Carlos Vázquez

Lleva décadas el jerezano Gerardo Núñez reivindicando la necesidad de que la guitarra tenga más presencia como solista en los festivales flamencos, y la Bienal de Sevilla le ha tomado por fin la palabra dándole para programar este ciclo que, con el título de La guitarra desnuda, acercará hasta el 30 de septiembre al Espacio Turina a catorce guitarristas de procedencias, generaciones, escuelas y estilos bien diferentes, unos guitarristas que se comprometieron a tocar solos, sin ningún tipo de acompañante, lo que, como afirmó el jerezano, es algo excepcional en el universo jondo y “coloca el foco de interés de todos los guitarristas flamencos del mundo” durante estos días en el escenario de la calle Laraña.

Esta noche, en el concierto inaugural, Núñez ejerció no sólo de absoluto virtuoso, de artista enorme de su instrumento, sino también de perfecto maestro de ceremonias, presentando a cinco de esos guitarristas que participarán en el ciclo y que tocaron hoy junto a él. Fueron el granadino, aún veinteañero, Álvaro Martinete, el gaditano Jesús Guerrero, el lebrijano Rycardo Moreno, el ecijano Salvador Gutiérrez y el barcelonés Juan Antonio Suárez Canito.

Ante un público que llenó el aforo de la Sala Silvio, Gerardo Núñez hizo el recuerdo emocionado del gran Manolo Sanlúcar, fallecido hace poco más de dos semanas, y de Manolete, el bailaor granadino muerto el día antes en su ciudad natal. De Sanlúcar, Gerardo Núñez recordó que exigía siempre de los guitarristas flamencos dos condiciones esenciales a la hora de afrontar sus carreras: pasión y disciplina.

De todo ello hubo en un programa que recorrió rondeñas, tanguillos, guajiras, soleás y, sobre todo, bulerías, como las que compartieron los seis en el fin de fiesta, desvelando que el arte de la guitarra puede ser apasionado, pero también sutil, vibrante y enérgico a la vez que emotivo.

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