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VANITAS DÚO | CRÍTICA

Beethoven en manos juveniles

Albert Colomar y Jorge Gresa.

Albert Colomar y Jorge Gresa. / ACTIDEA

Una de las facetas que dota de personalidad e interés artístico al ciclo de conciertos del Alcázar en sus dos décadas de existencia es el de ofrecer un escenario y un público a jóvenes intérpretes a los que otros tipos de espacios no suelen prestar atención.

Sea como fuere, el caso es que la noche del sábado sirvió para que el joven violonchelista sevillano Jorge Gresa pudiese mostrar apropiadamente el resultado de su formación en algunos de los más importantes centros españoles y europeos. Creo que estamos ante un sólido intérprete que, más allá de cuestiones técnicas, evidencia una fina sensibilidad y una musicalidad muy notable. Su sonido es dulce, muy matizado, delicado y sin estridencias, con un grave y un centro muy redondos y de tonalidades muy evocadoras. Quizá necesite fortalecer y definir más los ataques y el sonido en la franja aguda, en la que el sonido a veces pierde presencia y relieve.

Pero, como digo, lo más reseñable es la personalidad musical capaz de adentrase en la música de Beethoven y ofrecérnosla con poesía. Gresa y Colomar delinearon unas variaciones muy cuidadas, sobre una articulación picada y control del pedal (variación 5) en el piano y un legato muy delicado en el chelo. En la sonata nº 1 supieron traducir su naturaleza clasicista mediante una articulación ágil y un fraseo elegante, sin brusquedades, y un sonido ligero. Ya en la nº 3, arrancada con dulzura (indicación dolce en la partitura) por Gresa, hubo más energía en los ataques y un mayor vuelo expresivo en una versión muy notable de esta obra.

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