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Hush | Crítica de Música/Teatro

Hermosas imágenes para la música de Purcell

La soprano canta y maneja los hilos mientras suena la música de Purcell.

La soprano canta y maneja los hilos mientras suena la música de Purcell. / M.G.

Cuando la mayor parte de las producciones para público infantil recurre a músicas pegadizas y fáciles de recordar, Zonzo compagnie (Canadá/Bélgica) lleva años realizando espectáculos para niños y jóvenes centrados en compositores raramente escuchados en este tipo de teatro.

Y si en anteriores y premiados trabajos han afrontado músicas como las de John Cage, Luciano Berio o Thelonious Monk, en esta ocasión el elegido ha sido el compositor inglés Henry Purcell. Un enamorado del teatro que compuso la mayor parte de sus obras en el período de la Restauración, cuando terminaba una época puritana que había intentado acabar con el teatro y con la música, hasta el punto de destruir literalmente el shakesperiano Teatro Globe. Aparte de su única ópera, Dido y Eneas, Purcell compuso algunas piezas instrumentales y vocales -las masques- que enriquecieron numerosas piezas teatrales en la segunda mitad del siglo XVII. 

La parte musical de Hush, sin duda lo mejor de la pieza, está basada en unos imaginativos y libérrimos arreglos de esas masques y sostenida por el laudista Jan Van Outryve y la acordeonista diatónica –realmente extraordinaria- Anne Niepold que, además de tocar otros instrumentos como la flauta o la guitarra eléctrica, participan con soltura en las acciones escénicas que propone Lieselot de Wilde, auténtica maestra de ceremonias, además de magnífica cantante.

El concepto visual de la obra parte de la amplificación, mediante una cámara de video y unas fantásticas proyecciones, de un teatrito en miniatura, más cercano al de Fany y Alexander que al de Sonrisas y lágrimas. Un universo de imágenes que envuelve todo el escenario, sumergiendo al espectador en un mundo de fantasía por el que desfilan tormentas, animales míticos y personajes de las obras del músico –como La Reina de las Hadas o la Reina María-, junto a personajes shakesperianos, especialmente del Sueño de una noche de verano.

Un mundo de imágenes virtuales, unidas a objetos, caretas, figuras de cartón… de una altísima calidad, si bien echamos de menos, además del programa con las piezas, una mínima parte narrativa o didáctica que ayudara a los niños a involucrarse en la acción teatral.

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