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Cultura

Jonás Trueba viaja sin equipaje

  • El director presenta en el Centro de las Artes de Sevilla el ejercicio de libertad de 'Los ilusos'.

Jonás Trueba quiso prolongar ese privilegio del que gozó durante el rodaje de Los ilusos, la libertad absoluta que le permitió un proyecto llevado a cabo sin productor y gracias a la entrega de unos cuantos amigos cineastas, y descartó entregar su obra a una distribuidora convencional: tomaría el pulso a los cauces alternativos de exhibición, mostraría la película en sesiones a las que él acudiría, participando en un coloquio no tanto para centrarse en su creación sino "más como una excusa para hablar de cine". Tras varias citas en el norte, ahora el segundo largometraje del realizador recala en el sur: la cinta se proyectó ayer en el Centro de las Artes de Sevilla, donde hoy habrá un nuevo pase, ya sin la presencia del director, casi a la misma hora en la que el filme se verá en la Filmoteca de Andalucía, en Córdoba.

Todavía resuenan los comentarios realizados por el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, que atribuyó la crisis del cine español a "la calidad de las películas". Trueba no muestra voluntad de entrar en controversias -opina, eso sí, que "el ministro cruzó todas las líneas rojas"- y evita también la tentación del derrotismo. "Estos días han sido desoladores, te encuentras con compañeros y es difícil no caer en el desencanto absoluto. Pero hay que seguir haciendo, esa es la consigna. No hay que bajar los brazos, hay que pelear", asegura. No quiere que se vea el cine low cost como un modelo en estos tiempos de restricciones, "porque quienes participan en él no cobran. Hay una idea que vende que la crisis viene bien para despertar la creatividad, pero la verdad es que lleva a gente a la miseria", lamenta.

Los ilusos, un trabajo de exquisita sensibilidad sobre las conexiones entre la vida y el cine, ha contado paradójicamente con un reparto compuesto en su mayoría -no es el caso de Aura Garrido- por actores noveles en este medio. "En el cine español ha habido una ausencia de diálogo con el teatro. Los actores de Los ilusos vienen de ahí y tienen mucha experiencia, pero al mismo tiempo, frente a la cámara, tienen algo ingenuo, naif", comenta. El trasvase de talento ha funcionado: su protagonista, Francesco Carril, lleva ya dos galardones por Los ilusos, obtenidos en el Bafici de Buenos Aires y el Cinespaña de Toulouse, donde la cinta también se hizo con la Violette d'Or al mejor filme. "Francesco dice un tanto perplejo que lleva 15 años haciendo teatro y nunca le han dado nada, y que hace una película despistado y lo premian", revela un divertido Trueba.

Junto a Los ilusos apareció Las ilusiones, un libro que publica la editorial Periférica, "un regalo inesperado. Fue idea de Julián Rodríguez [el editor] cuando le pasé unos textos que iban a acompañar otro proyecto. Hay un montón de elementos que están en Los ilusos yotros fragmentos muy autónomos, pero encuentras cómo la película se prolonga en el libro, puedes imaginar cómo serían algunas imágenes que recoge éste", informa Trueba, que no se atreve a definirse como escritor. "No, esto es una obra muy modesta, un azar bonito", aclara con humildad. "Conmigo no estamos ante el caso de mi tío David, que claramente es un escritor, aunque le costara ser reconocido en la literatura por dedicarse al cine y por su apellido, hasta que ganó el Nacional de la Crítica", señala.

Precisamente David Trueba ha hecho el camino contrario que su sobrino: ha vuelto a la industria con Vivir es fácil con los ojos cerrados tras la experiencia en los márgenes de Madrid 1987. "Es un ejemplo de que no debemos abocarnos a un solo modelo. Lo interesante es que puedan convivir diferentes formas de concebir una película, tanto en una cinematografía nacional como en la carrera de un director", argumenta Jonás.

Una producción como Los ilusos, remarca, no se debe a la crisis, "sino a una necesidad propia de ir sin equipaje, sin productor". Cita otras propuestas en la misma línea, como La casa Emak Bakia, de Oskar Alegria, "para mí lo mejor del año", o Dime quién era Sanchicorrota, de Jorge Tur Moltó, "una joya", precisamente dos cintas que se proyectan en el ciclo del CAS, Ese otro cine, una iniciativa que promueve el SEFF. "Son las películas que sus directores querían hacer. No hablamos de una cuestión económica, sino estética".

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