Hacia la esencia | Crítica
Preguntas sin respuesta
Judith Jáuregui | Pianista
HOMELAND
Edvard Grieg (1843-1907): Concierto para piano y orquesta en la menor Op.16 [1868]
Manuel de Falla (1876-1946): Noches en los Jardines de España [1915]
Judith Jáuregui, piano
Orquesta Sinfónica de Castilla y León
Director: Kaspar Zehnder
Eudora
Acaba de tener su primer hijo, pero su agenda está ya repleta de nuevos proyectos. “En realidad, apenas paré”, confiesa Judith Jáuregui (San Sebastián, 1985). “Mi último recital fue en la semana 36 de embarazo, tocando la Wanderer al final, después de dos horas de concierto. Mi ginecóloga me prohibió ya viajar. Mi hijo nació el 2 de enero y en febrero estaba tocando con la Real Filharmonía en Galicia. Cancelé algunas cosas, sobre todo repertorios nuevos, por las dificultades para estudiarlos. Pero ya está todo otra vez en marcha. Sería arrogante decir que me siento diferente por ser madre, porque hace todavía muy poco. Pero estoy segura de que esto será fuente de inspiración, de ilusión y de vida, porque la música es reflejo de la vida”. Su nuevo disco reúne el Concierto para piano en la menor Op.16 de Grieg y las Noches en los Jardines de España de Falla. Se titula Homeland (Patria).
–¿Por qué?
–Estos dos autores hicieron de ese amor, ese respeto por sus orígenes y sus patrias su lenguaje musical. La idea partió de las Noches, porque las había tocado varias veces con la Orquesta Sinfónica de Castilla y León y me propusieron grabarla. Era una responsabilidad muy grande para una pianista española, pero era una oportunidad bonita poder hacerlo con una orquesta que es fantástica y con la que tengo muy buena relación. Para completar el disco, me planteé diversas opciones y al final escogí a Grieg, porque su vinculación con Falla es justamente a través de ese amor por la tierra natal.
–¿Grieg también lo había tocado con la orquesta?
–Con esta orquesta, no. Las Noches de Falla llevo tocándolas veinte años; el Concierto de Grieg, menos, pero es una obra que adoro y ya tenía en repertorio, y además es una línea muy natural como continuidad de mi anterior disco con el Concierto de Schumann, que es una obra que Grieg escuchó tocado por Clara en sus años de Leipzig, años que no fueron para él muy importantes académicamente, pero sí vital y musicalmente, porque forjó amistad con grandes compositores y escuchó en directo a muchos intérpretes y mucha música de la época. Cuando escribió su concierto lo hizo en la misma tonalidad del de Schumann y con guiños al Concierto de Schumann, como esa primera cascada inicial.
–¿Dónde está lo nacional en Grieg?
–Este Concierto tiene ya su idioma propio, pese a ser una obra de juventud; ya es el Grieg que sale de la escuela romántica alemana tradicional e incorpora elementos del norte, sobre todo a partir de su encuentro con Rikard Nordraak, con quien dice que conoció el alma de su pueblo a través de sus melodías. Así, por ejemplo, el tercer movimiento, que es una danza nacional noruega. Es lo mismo que Falla con Pedrell. Son dos historias bonitas, que representan no sólo el amor por sus orígenes, sino por sus maestros. A través de esos maestros, ambos crearon su propio idioma musical: el de Grieg está teñido del Romanticismo alemán; el de Falla, del París de principios de siglo XX.
–La mayor parte de la música de Grieg está formada por piezas breves, las Piezas líricas para piano y las canciones. El movimiento lento del Concierto es casi una pieza lírica más…
–Exactamente. Pasa como con Chopin. Era un maestro en la forma pequeña. Muchas de sus obras sinfónicas son en realidad suites, reunión de piezas breves. Aunque al Concierto le da una forma compacta, típica de la forma más grande.
–En las Noches, ¿qué hay de nacionalista y qué del mundo de París?
–Es una obra que refleja muy bien esa comunicación que hubo entre Francia y España, tantos autores españoles que vivieron en París y se inspiraron en la música moderna a partir de Debussy. Para Falla, Debussy fue un gran amigo, y a la vez el padre de la música moderna. Las Noches son la perfecta evocación de la música española impresionista. Hay elementos del cante jondo, de Andalucía, en el tercer movimiento por ejemplo, pero también hay una textura del piano muy transparente de esa sonoridad más francesa. Me pareció interesante juntar las dos obras también por el tratamiento que dan al piano, cómo el piano puede crear texturas diferentes, una de entraña más romántica, centroeuropea, y otra mucho más transparente y luminosa, mediterránea, francoespañola.
–¿Quién eligió al director?
–Yo. Llevo diez años trabajando con Kaspar Zehnder. Hemos hechos mucho repertorio juntos, Mozart, Beethoven, Schumann, Ravel. Ya habíamos hecho las Noches con su orquesta checa y su orquesta en Suiza. Acabamos de hacer el 1º de Chopin. He crecido mucho junto a él. Hay una comunicación fantástica desde nuestro primer encuentro con el 20 de Mozart. Ahí hubo un clic, que es muy importante, sobre todo para una grabación en que no hay mucho tiempo: el disco se hizo en dos días. Kaspar se vino a Madrid antes, estuvimos trabajando y preparando juntos las obras. Ha sido un trabajo muy bonito.
–Es su séptimo disco. Los cinco primeros fueron solistas. Luego el Concierto de Schumann y ahora este que también son conciertos. ¿Es su evolución natural como artista o un poco casualidad?
–Son las oportunidades que te presenta la vida. Grabar con orquesta no es sencillo. Se han ido dando así las oportunidades. Los cuatro primeros fueron grabaciones de estudio. El quinto fue en directo en Viena, en un concierto por el centenario de la muerte de Debussy, que ni siquiera sabía que se estaba grabando, pero cuando me llegó el audio me pareció que había una frescura que quise rescatar. El sexto fue con una orquesta con la que tengo mucha relación (Orquestra Simfònica Camera Musicae) y me invitaron ellos. Y ahora es esto, la vida es coincidencia y búsqueda, de lo que quieres, de lo que te sientes preparado. La suerte existe pero también hay que buscarla.
–Grabó tres discos con su propia marca, Berli Music, ¿qué fue de aquello?
–Fue un proyecto del que aprendí muchísimo. Pero no conseguí una distribución internacional. Yo no tenía capacidad para abordar proyectos de otros artistas. Los distribuidores internacionales buscan un catálogo. Así que me uní luego a un sello alemán, Ars Produktion, con buena distribución internacional, y ahora este disco lo he hecho en Eudora, un sello español que lo está haciendo muy bien. Gonzalo [Noqué, fundador y productor del sello] tiene una idea de sonido muy personal. Nos conocimos en la pandemia, me grabó un par de conciertos en directo y ahora que se dio la oportunidad decidí grabar con él y he quedado muy contenta de los resultados. Es un sello joven, pero tiene ya una repercusión internacional importante.
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