Kiki Morente | Crítica

En el nombre del padre

Kiki Morente presentó su primer disco en Sevilla.

Kiki Morente presentó su primer disco en Sevilla. / Alex Camara

Se trata, ni más ni menos, que del repertorio paterno. Desde su visión de la lírica lorquiana, así como de la estética musical de la misma, que Enrique Morente patentó en solitario, a la caña o la soleá de Triana. De repente la emoción llega con el Sacerdotes de Leonard Cohen y en otras ocasiones por la evocación del mítico dúo Morente-Carmona, voz y guitarra, los mismos apellidos, idénticos oficios. De la mano del padre, Kiki Morente se adentra en los filos hirientes de la seguiriya portuense o en el desenfado no exento de peso de los tangos del Camino. Y es que la de Morente hijo es una propuesta de repertorio Morente, como otras que pueda haber y como las infinitas que podrían llevarse a cabo ya que el repertorio del ronco del Albaicín es inabarcable y caleidoscópico. Así gozamos de la cadera poderosa y los brazos incisivos de una Irene Rueda capaz de coreografiar sin completos, por tarantos, El pequeño reloj uno de los momentos más emotivos de la noche ensombrecido por la puesta en escena, ya que un señor se coló por un fondo para grabar el baile con el móvil.El joven Morente compareció en Sevilla con una de las guitarras más interesantes del arte jondo de hoy, la del también granadino David Carmona, que está en posesión de un universo poético propio, aunque en los primeros estadios de su desarrollo, como demostró en los tientos en solitario y en la soleá con Morente, un cante apolao de nuevo en la onda paterna pero con algunos detalles de composición francamente interesantes firmados por Carmona. La demostración de que el joven Morente algún día se adentrará también, por sí mismo, en un mundo nuevo, personal.

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