LAGARTIJA NICK | Crítica

Se derritieron sus gélidos corazones

  • Lagartija Nick reivindicó en el Pop CAAC la música y la poesía como armas de concienciación política y social.

Lagartija Nick

Lagartija Nick / Ángela Oliva

Cuando Antonio Arias canta sobre la sombra del abismo uno sabe que ha estado ahí, asomado a él, y le sigue sangrando la herida, como cuenta en Soy de otra Andalucía. Nadie como él se balancea de forma tan elegante entre la oscuridad de la Agonía, agonía y la calidez de La soledad es política o la que le siguió, Vuelta de paseo, sustituyendo la voz que originalmente ponía Morente en el mítico disco Omega.

El concierto fue toda una experiencia, un híbrido de rock, poesía y flamenco que se apoderó de todos como si un monstruo, una lagartija transformada en dragón, nos hubiese quemado con su aliento de ira, de soledad, y nos dejó preparados para el juicio universal que ya no se detiene, del que hablan en La ira de noviembre. José María Carrillo, de Gente del Pueblo, el grupo de Morón que cantaba la sevillana de la canción de Andalucía, al que Antonio presentó como el primer preso político artista de la democracia, entonó la intro de La leyenda de los hermanos Quero, la más sombría de la noche.

 A “enamorado de Sevilla”, cambió Antonio la frase de Strummer/Lorca sobre Granada, en un guiño al que siguió otro al final con el imprevisto encore de Universal y Exilio. Puede que muchos de los espectadores viniesen a la Cartuja a escuchar palabra por palabra las canciones del nuevo disco de Lagartija Nick, Crimen, sabotaje y creación, la pieza de su disco anterior, que le da nombre, con la que abrieron la noche, o cualquiera de las sobresalientes canciones que tienen en su amplia discografía inciada con la también recuperada Hipnosis; pero este grupo no asume que los conciertos tienen que ser una reproducción fiel de sus discos y, al igual que ocurre con los cuadros y las estatuas de El teatro bajo la arena, las canciones sangran a los pies de los amplificadores y se levantan sobre el polvo del escenario gimiendo, gritando, mientras las tropas del público no son más que peces boquiabiertos ante el espectáculo impactante, soberbio.

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