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Crítica de Música

Lamentos, nanas y reproches

Cuatro años exactos llevaba Raquel Andueza sin cantar en Sevilla, una ciudad en la que goza de una amplia legión de seguidores y en la que ha protagonizado veladas para el recuerdo junto a diversos grupos como la Orquesta Barroca de Sevilla o L'Arpeggiata. Por ello, y tras su cancelacion por enfermedad en el último Festival de Música Antigua, se la esperaba con fruición en este cierre del brillante ciclo de los Amigos de la OBS que en esta edición se ha centrado en las diversas corrientes operísticas de la Europa barroca.

Las esperanzas depositadas en este concierto final se vieron parcialmente atenuadas en cuanto sonaron las primeras frases de Dimmi amor, el aria de Lori que abría programa. Una clara afección del aparato fonador, cuyo alcance ignoramos, provocaba en la soprano navarra la emisión de una voz sin brillo, velada y claramente soplada, con algunas vacilaciones tonales en los pasajes más agudos. Era esta zona, la aguda, cuando era emitida en forte, la que más delataba la incompleta emisión de sonido. Pero en la zona central y con dinámicas más suaves la voz corría con mayor definición, aunque sin el brillo de otros tiempos. Sabedora de ello, Andueza llevó el programa a su terreno, el de la expresión, la acentuación y la capacidad de transmisión de emociones, algo que no ha cambiado un ápice. Los lamentos y, sobre todo, la nana de Arnalta, sonaron con suavidad, como susurrados al oído, con gran variedad de recursos expresivos.

Tuvo junto a ella a dos acompañantes de lujo, maestros del color y del ostinato.

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