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Laura Vital | Crítica

Madurez y lozanía

Laura Vital y Eduardo Rebollar en el cuarto y último de sus conciertos en el Alcázar.

Laura Vital y Eduardo Rebollar en el cuarto y último de sus conciertos en el Alcázar. / Actidea

Laura Vital conserva intactos los valores que hacen de ella una cantaora reconocible, única, en el panorama flamenco de los últimos 20 años. Su voz es dulce, sentimental, con un bellísimo timbre, pleno de colores y encanto. Una voz que en su último concierto en el Alcázar puso al servicio de las mujeres compositores en el cante jondo. Vital citó a la Niña de los Peines, en tangos y cantiñas, La Trini y La Peñaranda por malagueñas, La Rubia de las Perlas en la bellísima y complicada desde el punto de vista melódico zarabanda, Marina Habichuela en tangos y granaínas, La Repompa por tangos y La Perla y Juana Cruz por bulerías.  Un repertorio que se adapta como anillo al dedo a las condiciones musicales de Vital. Sonaron también melodías de Vallejo y El Mellizo por granaínas, pero en esta ocasión el protagonismo les correspondía a ellas. Por cierto que el maestro Gamboa sostiene la tesis de que la malagueña del Mellizo en realidad la compuso la gaditana Dolores la Gitanilla. Por otra parte el investigador Antonio Conde sostiene en los últimos tiempos que la malagueña de la Peñaranda en realidad no es sino una granaína, compuesta, eso sí, por otra cantaora, África La Peza. Vital ofreció un recital maduro pero, como decía antes, con todo el empuje de su voz lozana. Con conocimiento y pasión. Un recital muy cuidado, tanto en el repertorio como a nivel técnico. Con momentos sublimes como la mencionada zarabanda de la jiennense Rubia de las Perlas. También hubo un espacio para otros universos sonoros como la canción popularizada por la gran Oum Kalsoum que mezcló con la granaína. Y mostró su propia dimensión como creadora en un cante por rosas muy bello. Eduardo Rebollar ofreció un acompañamiento ejemplar desde la complicidad y el virtuosismo rítmico.

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