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MARIE LYS & JUAN SANCHO | CRÍTICA

Del Barroco a Donizetti en un salto

Juan Sancho y Marie Lys cantan por Donizetti.

Juan Sancho y Marie Lys cantan por Donizetti. / Luis Ollero

No resulta demasiado habitual el que cantantes especializados durante años en el terreno barroco quieran dar el salto hacia la ópera del siglo XIX. Por estilo y por cuestiones también técnicas, el tránsito de un lado al otro de esa línea fronteriza imaginaria que es el año 1800 exige un reacondicionamiento vocal y estilístico, sea cual sea la dirección del salto que se quiera dar.

Juan Sancho tiene desde hace años consolidado un nombre a nivel internacional como intérprete del repertorio barroco. Pero en este recital hemos asistido a su reciente acercamiento al repertorio belcantista. Por su perfil de tenor lírico, con suficiente cuerpo y volumen y con facilidad para el ascenso y la agilidad, el paso a este lado del 1800 podría realizarse con solvencia. Pero siempre que venga apoyado por un sólido e intenso estudio de cuestiones técnicas y formales. El canto vehemente y enfático de Sancho, con mucha presión en el diafragma, no acaba de casar con el canto sul fiato y la elegancia de la línea de canto necesaria para Donizetti. Ataca las frases con demasiada energía y las enlaza a veces con precipitación, no acaba de regular el caudal sonoro, falta el uso expresivo de los reguladores y de los acentos. La subida al agudo se hace con la voz mixta y se nota en exceso el cambio de color y la nasalidad de origen de su emisión. Con todo, hubo momentos de bello legato, sobre todo en Tornami a dir. En la famosa Una furtiva lagrima consiguió emitir una bella media voz en "lo vedo", pero luego faltó redondear el fraseo con acentos y regulaciones de la voz, con atención a palabras como "sospir" y las posibilidades de sfumature que ofrece. En Tombe degli avi miei hay que aplaudir la larga línea sostenida sobre "la morte", pero a cambio se necesita un mayor recogimiento en el sonido y una mayor variedad acentual en Fra poco.

Todo lo contrario que Marie Lys, de seductor tiembre oscuro y brillo en la emisión, dominadora de los recursos vocales (gran messa di voce sobre "Prendi"), suelta en la coloratura y sabia a la hora de plegar el sonido según el momento. Su fraseo rezuma elegancia y el sonido corre con naturalidad a lo largo de los registros, alcanzando la región de los agudos con brillo y metal en punta.

Jean-Paul Pruna estuvo mejor como acompañante que como solista. En la primera faceta cabe recordar la delicadeza de la introducción de Ancor non giunse, haciendo que el fortepiano recordase los sonidos del arpa original en la ópera de Donizetti. En los dos nocturnos de Chopin se mantuvo en un nivel de simple corrección, con poco trabajo sobre el rubato y sobre los detalles expresivos. Es verdad también que el instrumento, un Broadwood de 1820, facilita poco la cantabilidad chopiniana por la falta de armónicos en las dos octavas superiores, de sonido apagado en comparación con los resonantes graves.

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