magüi mira molly bloom | Crítica de teatro

La voz de Magüi Mira te hace sentir el cielo

Magüi Mira vuelve a ponerse en la piel de Molly Bloom, el personaje de James Joyce.

Magüi Mira vuelve a ponerse en la piel de Molly Bloom, el personaje de James Joyce. / Ángela Ortiz

El verso “No le toques ya más, que así es la rosa” de Juan Ramón Jiménez le viene como un guante a esta lección de superioridad dramática que nos regaló anoche la actriz Magüi Mira en el Teatro La Fundición dentro de la programación del feSt, que cada día que pasa demuestra no tener nada de etérea ni de limbo.

El capítulo final del Ulises de James Joyce ya sorprendió cuando vio la luz. Imagino la impresión, hace cuarenta años, cuando Magüi Mira se subió al escenario y enarboló la bandera de la mujer. Han pasado cuatro décadas y el mensaje sigue siendo necesario y sigue sonando atronador.

No hay una pega que ponerle al texto de Joyce pero es la mirada de Magüi Mira y Marta Torres la que convierte a esta obra en una pieza revolucionaria que sorprende por su detestable actualidad. El monólogo interior de Molly Bloom, ese fluir de pensamientos escritos sin puntos adquieren forma, carne y sobre todo la voz perfecta, nítida, de terciopelo de esta magnífica actriz.

Se encuentra sola, esperando a su marido. Nadie la coarta, puede expresarse con libertad y podemos entrar en el pensamiento de una mujer que son todas las mujeres. Con sus miedos, sus dudas, sus carencias, sus deseos y anhelos. Su falta de pudor ante el adulterio. Su sinceridad apabullante que provoca una profunda desazón e incomodidad. Ni cien informes Kinsey aclaran, como lo hace Molly la sexualidad, muchas veces, castrada, de la mujer.

Pero es Magüi Mira el milagro de esta obra. Como Sherezade te enamora con su palabra. Se suman la experiencia como actriz y como mujer para llevarnos de la mano a una obra perfecta.

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