DIRECTO Madrugá Sevilla en directo | Semana Santa 2024

El tiempo El tiempo en Sevilla para la Madrugada

Marouan Benabdallah | Crítica

Inédito paisaje arábigo

Marouan Benabdallah en el Espacio Turina

Marouan Benabdallah en el Espacio Turina / P.J.V.

El húngaro-marroquí Marouan Benabdallah es un pianista inquieto, que lleva años dando a conocer música de compositores del mundo árabe apenas difundidos por nuestros pagos. Con ellos ha confeccionado este programa de Arabescos en el que los modos orientales y otros rastros de la tradición arábiga figuran por doquier, pero también muchos elementos del universo occidental. Así es posible escuchar seguidos los trazos descriptivos y una danza orientalísima del argelino Dada y las armonías elegantes, casi impresionistas, del sirio Succari o el lamento que el neoyorquino de origen egipcio Fairouz dedicó a Ligeti (y a las víctimas del Holocausto en general), una música intrincada, que oscila continuamente entre disonancias vanguardistas y resonancias imitativas de instrumentos de oriente, o la música del muniqués-israelí Ben-Haim, en la que el lirismo (Pastorale), la ligereza de una melodía acompañada (Canzonetta) y el virtuosismo casi improvisado (Toccata) se suceden unos a otros como en una suite, o las sugerentes y audaces armonías de las moaxajas del libanés Moultaka, en mi opinión, una de las cimas del concierto, por el detallismo de la interpretación, pero también el oído para Chopin que demuestra tener el marroquí Benabdeljalil en un Nocturno muy delicado o, en fin, como cierre, el epidérmico y atlético virtuosismo de Africa, una pieza de Saint-Saëns para piano y orquesta que el propio Benabdallah ha reducido para el piano solo.

Conocedor del panorama de artistas casi desconocidos que ofrecía (al margen, obviamente de Saint-Saëns), Benabdallah quiso dar a su actuación un tono didáctico y presentó con agilidad (en inglés) una a una todas las obras de su recital. Sentado ante el teclado, demostró ser un pianista de fácil virtuosismo, que pasó de sobra por encima de cualquier desafío técnico, y a la vez un músico sensible, capaz de diferenciar el lenguaje de cada compositor y servirlo con prestancia y precisión en todos sus parámetros (el control rítmico y sus continuas transformaciones fue magnífico toda la noche), pese a cierta tendencia a favorecer los contrastes de sonoridades más abruptos, sobre todo en el volumen, con un juego de dinámicas demasiado obvio, al que faltó algo de sutileza en las progresiones y los matices.

Fuera de programa el buen músico marroquí tuvo tiempo aún de dejar dos de los mejores momentos de su actuación: primero con un Kara Toprak del turco Fazil Say verdaderamente fascinante por su atmósfera entre amenazante y etérea; después con un número del ballet Spartacus de Jachaturián de un atractivo casi cinematográfico.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios