Martha Graham Dance Company | Crítica de danza

Una velada espectacular

Un momento de 'Cave', la dinámica coreografía de Hofesh Shechter que cerró la velada.

Un momento de 'Cave', la dinámica coreografía de Hofesh Shechter que cerró la velada. / Chris Jones

Hablar de Martha Graham (1894-1991), la creadora de la modern dance americana, es hablar de un siglo de historia, no solo de la danza sino de las artes en general y del mundo. Su ruptura con la danza clásica, sus más de cien coreografías, sus colaboraciones con coreógrafos del siglo XX tan innovadores como Balanchine o Merce Cunningham, el mecenazgo de Bethsabée de Rothschild, sus giras por el mundo y, sobre todo, escuela y su método de aprendizaje basado en la alternancia entre contracción y relajación y en el suelo como palanca, le han conferido una relevancia extraordinaria.

Tras su muerte en 1991, su compañía ha seguido existiendo para el conocimiento y el goce de las generaciones actuales. Una compañía que, tras muchas vicisitudes, a punto de cumplir cien años, se encuentra en un momento espléndido y, en lugar de limitarse a reproducir de modo arqueológico las coreografías y la célebre técnica inventada por Graham y practicada en miles de escuelas, ha optado por abrirse a otros coreógrafos, siempre bajo el paraguas inspirador de la creadora americana.

Desde ese punto de vista, el programa que la compañía presentó anoche en el Maestranza, fue extremadamente atractivo y en cierto modo ejemplar.

La primera coreografía, Errante en el laberinto, la compuso Graham para ella misma y para Mark Ryder en 1947, con música de Gian Carlo Menotti, sobre el mito de Ariadna. Una pieza elegante y expresiva dentro de la abstracción (aún no había llegado la Graham más trágica) que destaca, mucho más que otras posteriores, por la modernidad de sus formas y de su técnica: un continuo contract-release, posiciones de equilibrio y un control absoluto del cuerpo. Fue interpretada de forma exquisita por Xin Ying con la complicidad como Teseo de Alessio Crognale-Roberts.

No olvidemos que la mujer siempre tuvo un papel primordial en las composiciones de Martha Graham quien, de hecho, compuso durante trece años obras íntegramente femeninas.

La segunda de las piezas de la noche, Canto para comediantes inocentes, con su constante pasar del solo o el dúo a la danza coral, es un himno al universo dividido en varios movimientos (sol, tierra viento, agua, fuego, luna y estrellas ...) realizado por varios coreógrafos con la coordinación de Sonia Tayech ya que solo se conserva una pequeña parte de la pieza original creada en 1952.

Y tras esta, de una gran exigencia técnica y una enorme vistosidad, cien por cien americana y con más reminiscencias clásicas de lo que hubiéramos podido esperar, se llegó tras una pausa a la danza contemporánea europea.

Con algún que otro guiño a la técnica Graham, Cave fue el contrapunto de la velada, un trabajo genuino del celebrado coreógrafo, además de pianista y baterista, Hofesh Shechter, nacido en Jerusalén y afincado desde hace años en la ciudad de Londres.

En la pieza, dinámica y liberadora hasta la catarsis, el israelí, del que ya hemos visto en el Teatro Central piezas como In your room, Political mother o Barbarian, se permite recurrir a la improvisación y dejarse llevar por la inercia de los brazos y las manos en una trepidante composición, sin olvidarse nunca de las danzas folklóricas de su tierra ni del concepto tribal que las alimenta. Un auténtico disfrute.

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