El Murillo tardío regresa a Sevilla dos siglos después
Los Venerables reúne 16 piezas, hoy dispersas por el mundo. La visita temporal de la 'Inmaculada' resume el valor del proyecto.
La significación que la exposición Murillo y Justino de Neve. El arte de la amistad tiene en su parada en el Hospital de los Venerables supera la de cualquier otra sede de este proyecto (el Museo del Prado hasta el pasado 30 de septiembre y la Dulwich Gallery, a partir de febrero). Es con la visita de este conjunto de obras tardías del maestro sevillano como se restituye, aunque sea temporalmente - hasta el 20 de enero de 2013-, la dolorosa pérdida patrimonial que Sevilla sufrió hace dos siglos. Mucho se ha escrito sobre aquellos cuadros que fueron arrancados de los conventos, iglesias y capillas sevillanas por orden del mariscal Soult para fundar el gran Museo de París pero, salvo contadas ocasiones, pocos han sido los proyectos expositivos que han tenido como objeto, además del estudio científico, el de la restitución emocional de una afrenta como la pergeñada por Napoleón.
Es ésta la razón por la que contemplar (previo pago de 5,50 euros la entrada general), en la sede del Centro Velázquez estas obras supone una suerte de paseo de la urbe que fue, aquella cuyo centro histórico se revelaba como un hermoso paseo por la pintura barroca en una metrópoli eje del poder religioso y cultural del mundo.
Porque es en la última etapa de su producción, a raíz del mecenazgo que propicia De Neve, figura esencial de la iglesia de la época, cuando Murillo acomete proyectos tan ambiciosos como la decoración de la Iglesia de Santa María la Blanca, las pinturas del Hospital de los Venerables Sacerdotes -institución fundada por De Neve en 1670- o algunas de las monumentales pinturas de la Catedral de Sevilla, además de los encargos para la copiosa colección particular que atesoró el canónigo.
De las 16 piezas que componen la muestra (las mismas que han sido exhibidas en Madrid menos el luneto El patricio revela su sueño al papa Liberio que, por sus dimensiones, ha sido imposible ubicarla en la sala temporal de Focus), tan sólo el Bautismo de Cristo, tela restaurada para la ocasión, permanece en Sevilla, concretamente en la capilla de San Antonio del templo metropolitano. El resto está disperso por colecciones particulares y museos de Madrid, París, Londres y Budapest, entre otras ciudades desde que, a su muerte, los herederos de Soult vendieran parte de los fondos que en su día saqueó este hombre ligado para siempre a la historia negra de la ciudad.
"Se devuelve a Sevilla parte de su propia alma", resumió Gabriele Finaldi, subdirector del Prado y verdadero artífice de la reunión de estos lienzos cuya azarosa biografía puede sintetizarse en la de La Inmaculada de los Venerables (su legítimo nombre), pintada hacia 1678, y con cuyo regreso "el Hospital se reencuentra con su identidad", declaró Anabel Murillo, presidenta de la Fundación Focus Abengoa. Este hermoso lienzo, con el que Murillo vino a sentar las bases pictóricas de este dogma, se muestra por primera vez en 200 años en su marco original, en el que permaneció hasta 1813. Llevado a Francia entonces, el lienzo se exhibió en el Louvre desde su compra en 1852, hasta que, en 1940, "un acuerdo entre el Gobierno de Vichy y el de Franco", propició el regreso a suelo español del cuadro, pero al Prado, claro, nunca a Sevilla, explicó Finaldi. Obra del escultor Bernardo Simón de Pineda, el retablo que estos días arropa esta tela -de una extraordinaria calidad cromática que ha salido a la luz gracias a la intervención de María Álvarez-Garcillán-, dota a la obra de "un nuevo sentido, de una nueva luz", confesó el comisario de la muestra. El regreso a su genuino emplazamiento, con sus clásicos atributos y rodeado de los frescos de Lucas Valdés (de enorme valor narrativo), "hace sentir a Murillo en casa; se entiende mejor a este autor, profundamente religioso, cuando se aprecia en su contexto histórico y social".
En el recorrido propuesto en Sevilla, La Inmaculada es el broche a un discurso museográfico que arrancaría con el Retrato de don Justino de Neve y el sofisticado autorretrato del maestro, ambos conservados, junto al San Juan Bautista Niño que también se expone, en la National Gallery, pinacoteca en la que un joven Finaldi esbozó la feliz idea de ahondar en la trascendente relación de este pintor y su mecenas, a la postre, amigo.
Las obras concebidas para la cúpula y el final de las naves laterales de la iglesia de Santa María la Blanca -cuyo nombre, advirtió Finaldi, remite al apellido mismo de De Neve y a la advocación de la basílica romana de Santa María de Maggiore- como El sueño del patricio, El triunfo de la Inmaculada Concepción y El triunfo de la Eucaristía; el Bautismo de Cristo, que corona la capilla de San Antonio en la Catedral de Sevilla; aquellas obras encargadas por el propio De Neve para su oratorio personal, dos alegorías -los sensuales El verano y La primavera-, tres cuadros realizados sobre obsidiana mexicana y dos cobres, obras que por su rareza material son de un extraordinario atractivo y, finalmente, el conjunto de lienzos realizados para Los Venerables: además de La Inmaculada, el Jesús Niño repartiendo pan a los sacerdotes y el San Pedro arrepentido, este último gran hito científico del proyecto. Después de décadas en las que "se le había perdido la pista", en palabras de Finaldi, el cuadro, que Diego Angulo inventarió en su célebre monografía sobre Murillo a partir de una fotografía, es propiedad de un coleccionista particular que, dada la proyección que la muestra ha tenido en Madrid, ha dado su beneplácito para que el cuadro sea exhibido también en Sevilla y Londres.
Un periplo que viene a ilustrar la metáfora descrita por la catedrática Amelia Valcárcel, presidenta en funciones del Museo del Prado: "Murillo es una especie de río que, donde llegó, produjo consecuencias. Hay pinturas que no se explican si no se tiene en cuenta el murillo que le influyó". Y un arte de la amistad -como reza el título de la muestra- que celebra Miguel Zugaza, director del Prado: "Es un proyecto que nace de la amistad, de la plena colaboración entre instituciones". Acaso, la única vía para el progreso y la divulgación cultural.
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