La Bien Querida: “Nos animan a gastar todo el rato, pero la felicidad no está ahí”
La artista presenta el 10 de enero en Sevilla ‘LBQ’, un disco que concibe como una vuelta a las raíces y un viaje interior en el que se acepta a sí misma con humor y ligereza.
En busca de la verdad
En su nuevo disco, LBQ, Ana Fernández-Villaverde (Bilbao, 1972), bautizada como La Bien Querida en su nombre artístico, canta con sorna que “podría haber sido capitán de la marina / y tener en cada puerto al amor de mi vida”. A la cantante y compositora no le pesan las pequeñas derrotas: su último álbum está atravesado por la ligereza, la serenidad y el amor propio de quien se acepta. Actitudes que mostrará el 10 de enero en la Sala Custom, en un concierto programado dentro del Festival Insólito y con el que la artista cautivará a ese público que se ha mantenido fiel a su sensibilidad y su talento más allá de las modas.
Pregunta.–En la letra de Bar Dixie, una de las canciones, enumera momentos y situaciones que la hacen sentir bien. Andamos todos muy negativos, y se agradece que alguien cambie el punto de vista...
Respuesta.–A esa canción le puse el nombre por el bar donde desayuno cada mañana. Habla de las cosas que me gustan, y, sobre todo, de las cosas sencillas, del día a día, de los rituales cotidianos, de la rutina, que bien vista no tiene por qué asfixiarte. Lo que ocurre es que como vivimos en este mundo capitalista, el sistema nos hace creer que si no consumimos, si no tenemos esto y lo otro, no nos compramos las últimas zapatillas, si no hacemos este viaje o no comemos en este restaurante que está de moda vamos a ser infelices. Y no es cierto: todo está planteado para que gastemos, pero la felicidad está en otro lado. Por mucho que compremos no vamos a sentirnos plenos.
P.–El título del disco, LBQ, sugiere que se trata de una obra muy personal.
R.–Sí, llamarlo así fue el primer impulso. Otra de las tendencias de ahora es que tenemos que mostrarnos grandiosos, y yo voy aquí a lo contrario: a lo pequeño, a lo que mira hacia adentro. Es menos ambicioso que el anterior, en el que busqué ritmos latinos, sonidos más exóticos, me compliqué más la vida. Este disco es una vuelta a las raíces.
P.–Temas como Muero de amor o Poderes extraños, verdaderos himnos dentro de su repertorio, hacen que se la asocie a un romanticismo arrebatado. ¿Le molesta?
R.–No me pesa para nada, porque cada artista funciona en algo y a mí se me da bien este tipo de canciones. Estoy orgullosa y contenta, y ya está, no le doy importancia. Es cierto que este disco es en general menos romántico, aunque algo hay, y que aquí hablo de otros tipos de amor. Le dedico una canción a mi hija, Una estrella, que trata de ese paso de la infancia a la adolescencia de los chavales, en que los padres vemos a nuestros hijos más independientes, notamos que ya no somos tan importantes en sus vidas, y sentimos un poco de dolor por el distanciamiento, aunque también felicidad al ver las personas estupendas que hemos criado...
“La novedad manda: hoy escuchamos algo y mañana está olvidado. Mantenerse es difícil”
P.–En Podría haber sido, otra de las canciones, aborda con humor todas las puertas que se cerraron. ¿La ligereza es una conquista de la edad?
R.–La vida consiste en tomar decisiones, y esas decisiones te van llevando por unos caminos, te encaminan hacia otro lado. Yo quería contar eso, pero sin dramatismos, en tono de broma. Supongo que esa ligereza está relacionada con el amor propio, con esa aceptación de una misma. Con la edad asumes tus defectos y sigues adelante.
P.–En LBQ podríamos considerar el amor propio como protagonista, pero también el despecho tiene un papel. Qué lucido queda siempre en una canción –aquí es S.O.S.– un reproche a quien no nos quiso...
R.–Sí, en todos mis discos hay una canción de despecho; también es un sello mío [ríe]. Siempre he sido muy fan de Paquita la del Barrio, que yo creo que nos ha influido a todas.
P.–Ha pasado tiempo desde Romancero, su debut, que sacó en 2009. Si mira atrás, ¿qué ve La Bien Querida?
R.–Creo que he sido honesta conmigo misma, y también que ha sido un trabajo de pico y pala, de currárselo. Ese consumismo del que hemos hablado antes también se ha instalado en la música: la gente escucha a un artista vorazmente y al poco lo olvida. En ese panorama lo complicado es mantenerse. No sólo ocurre en mi profesión, sino en todos los oficios artísticos, también es el periodismo. Lo que prima es la novedad, y, oye, si tú llevas un tiempo ahí, igual ya no interesas. Yo he intentado evolucionar y probar cosas nuevas sin traicionarme.
P.–Usted ha compuesto para otras artistas. Pienso, por ejemplo, en Lo que te falta, de Soleá Morente. ¿Alguna novedad en esta faceta?
R.–Una de las últimas colaboraciones ha sido Tengo un pensamiento, para Amaia. Y me encantó la experiencia, porque ella tiene un talento increíble y mucha personalidad, algo que para mí es muy importante.
P.–Ella tampoco ha sucumbido a lo que dicta el mercado discográfico...
R.–Exacto.
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