DERBI Betis y Sevilla ya velan armas para el derbi

Orquesta Barroca de Sevilla | Crítica

Clasicismo, un invento italiano

Enrico Onofri trabajando con la Orquesta Barroca de Sevilla

Enrico Onofri trabajando con la Orquesta Barroca de Sevilla / Belén Vargas

Por más que el peso extraordinario que dejaron en la historia hombres como Haydn, Mozart y Beethoven haga asociar el universo del Clasicismo musical con la ciudad de Viena, las raíces y las bases del estilo están sin dudarlo en Italia. Y eso propuso la Barroca de Sevilla en su concierto de clausura de temporada, que se ofreció en un Maestranza desangelado (la fecha ayuda poco), y lo hizo de una forma tan didáctica como placentera. Enseñar deleitando, un propósito infinidad de veces repetido y que no siempre es posible alcanzar.

Todo empezó con el mundo del concierto de la primera mitad del XVIII y con un Onofri decidido a demostrar que la historia de la música es un camino tornasolado, sin negros y blancos puros, en el que unos mismos elementos se relacionan de diversos modos según el tiempo y el lugar y que todo es cuestión de pesos y contrapesos y de dónde se sitúa la mirada más que de realidades unívocas e inamovibles. El Concierto de Durante arrancó con el tipo de articulación ágil y de acentuación incisiva que se asocia a determinado tipo de interpretaciones que encabezaron los conjuntos barrocos italianos en los 90. El Largo central fue todo dulzura. Onofri logró un equilibrio soberbio y una extraordinaria amplitud de la tímbrica orquestal, con el clave de Alejandro Casal marcando con exquisitez el bajo. La pieza se cerró de forma ligera, pero nada estridente, casi podríamos decir que a la inglesa. Fueron casi tres mundos expresivos diferentes en la misma obra.

Si el Barroco está hecho de contrastes, Onofri los dio todos, como en Galuppi, un curioso concierto con un final en Andantino en el que volvió a sobresalir la delicadeza del fraseo de la OBS. Pero donde esos contrastes resultaron más llamativos fue en la Sinfonía de Sammartini, en el que parecieron juntarse el vitalista y enérgico mundo barroco, mirando siempre de reojo a la danza, el equilibrio formal clásico y la sensibilidad romántica. El Clasicismo se preparó desde el agitado y fulgurante universo de los prestos, con sus ágiles articulaciones y sus contrastadas dinámicas, pero con una aspiración al orden y la simetría que en absoluto desdeñaba la sensibilidad y la expresión, contenidas esta vez en un Andante central que fue casi musitado. Al fin y al cabo, el objetivo de los maestros en el tiempo racionalista de los ilustrados seguía siendo conmover a su público.

Y ese juego de contrastes de Sammartini que prepara las formas para su maduración en la segunda mitad del siglo es el mismo del joven Mozart de 14 años, que escribe un divertimento genial culminado por Onofri como si estuviera poniendo en marcha una especie de carrusel diabólico en el que no faltó ni un marcado énfasis sobre los guiños a la turca

En la segunda mitad del concierto, la Chacona de Sacchini sonó al mundo del teatro de la tumultuosa Nápoles. Y quedaba Haydn, que cuando compuso Le Soir aún no sabía que habría de ser llamado padre de la sinfonía, y por eso compone una sinfonía como si fueron varias conciertos juntos, lo que sirvió también para mostrar la calidad de los atriles individuales de la OBS, el cello de Mercedes Ruiz, la flauta de Guillermo Peñalver, el oboe de Jacobo Díaz, la trompa de Rafel Mira... Onofri decidió interpretar la obra sin el clave, lo que daría para discusión musicológica larga, y con un tratamiento de los contrastes que nos devuelve al principio, al mundo de una Italia que, siendo aún barroca, estaba ya enseñándole al mundo que a clásicos a ellos no les gana nadie.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios