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Orquesta Joven de Andalucía | Crítica

Entre el sueño y el espasmo

Javier Comesaña y la OJA dirigida por Alejandro Posada en el Maestranza

Javier Comesaña y la OJA dirigida por Alejandro Posada en el Maestranza / Guillermo Mendo

Treinta años cumple el Programa Andaluz de Jóvenes Intérpretes, una de las iniciativas más exitosas de las puestas en marcha por la Junta de Andalucía en materia de formación y de cultura, un hecho irrebatible, si nos fijamos en la infinidad de músicos de distintas generaciones que pasaron por el programa y hoy hacen carrera por medio mundo. En su ya tradicional concierto maestrante del Lunes de Pascua, la cara más visible de este proyecto, la Orquesta Joven de Andalucía (OJA) volvió a mostrar que el empeño no es en vano, y que la materia prima es de primera calidad. Lo contrastaron con un programa exigente y en compañía de dos músicos de muy alta capacitación.

El violinista Javier Comesaña (Alcalá de Guadaira, 1999) es uno de los grandes valores de la actual música sevillana. Tocaba por primera vez el Concierto de Beethoven, y lo hizo con su formidable técnica y su extraordinaria musicalidad, pero con una concepción de la obra tan intimista, tan suya, que faltó sonido por todos lados. Forzando hasta el límite los pianissimi, sin apenas contrastes por encima del mezzopiano y con un pálido aliento rítmico, su Beethoven se caía en pedazos por una falta no ya de energía, sino de una mínima tensión, lo que alcanzó el culmen en un Larghetto que por momentos resultó inaudible (el acompañamiento orquestal traspasó en varios grados el límite de lo escuchable). El Concierto se hizo larguísimo a pesar de que el tempo no fue ni mucho menos lento (45:05 le duró), pero sí blando, anémico, alicaído. Un Beethoven ensimismado y somnoliento.

Alejandro Posada (Medellín, Colombia, 1965) es un director que conoce muy bien la realidad musical de nuestro país (fue director titular de la Sinfónica de Castilla y León entre 2002 y 2009 y tiene también la nacionalidad española). En esta ocasión empezó poniéndose al servicio del solista alcalareño e hizo que los jóvenes de la OJA tocaran en dinámicas inverosímiles, pero planas. El contraste resultó notable con su algo espasmódica Consagración de la primavera de la segunda parte, una interpretación hecha a impulsos, enérgica, incluso vibrante por momentos, aun falta de algo de refinamiento sonoro y de una más depurada conexión entre sus partes, una brusquedad acaso buscada en la expresión más intensa de los valores del pretendido primitivismo stravinskiano. Fue de todos modos una interpretación con un buen moldeado de los planos sonoros, que en muchos momentos sonaron transparentes y en la que no faltaron detalles: por ejemplo, casi al final, en "La acción ritual de los antepasados" hay un motivo de violines sul ponticello que suele pasar desapercibido y esta vez se oyó con absoluta claridad, sirviendo de perfecto soporte a un coloreado pasaje de maderas (clarinetes descendentes) en forte. Los jóvenes de la OJA respondieron con el buen nivel acostumbrado en todas sus secciones, lo que dio a la partitura el brillo tímbrico y el colorido que se espera siempre de ella. Como colofón, como se ha hecho ya habitual en sus conciertos –no importaron ni Stravinski ni el sacrificio ritual de la adolescente– Amparito Roca provocó el entusiasmo y las palmas acompasadas del público.

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