Orquesta Sinfónica Conjunta | Crítica

Historias del ojo y del oído

La OSC en el Maestranza

La OSC en el Maestranza / Cicus

La Sinfonía fantástica de Berlioz es la primera sinfonía absolutamente programática de la historia, es decir, que cuenta una historia. En 2003 Morgan Creativos hizo para un concierto de la Sinfónica de Galicia en la Quincena Musical Donostiarra un montaje con fragmentos de películas mudas tratando de reproducir esa historia. Tuvo éxito porque en estos 20 años ha pasado por muchas salas de medio mundo, de Sidney a Lisboa. Pero, por mucho que haya voluntad de sugerir, las historias son distintas. Hay en realidad muchas historias en esas imágenes, no todas compatibles. Pasa que el oído es perezoso. Y el ojo tiende a dominar la atención del oyente, que se dispersa. El resultado me pareció más pretencioso que eficaz.

Musicalmente, la obra de Berlioz es muy compleja. Los jóvenes de la OSC hicieron sus deberes y su ejecución resultó más lucida a medida que la música avanzaba, posiblemente porque la interpretación también fue más sólida en los dos últimos movimientos. En los tres primeros a Juan García Rodríguez pareció costarle encadenar los temas con coherencia. Estaban ahí, pero como arrojados a la escena, sin una mano que separara lo importante de lo secundario para destacarlo y crear una jerarquía; en ese maremágnum la idea fija iba y venía sin pena ni gloria. García abusó en general de la articulación en staccato, tardó en encontrar el equilibrio entre familias (a la cuerda, muy nutrida, le costó empastar) y sus primeros tutti en fortissimo resultaron por completo opacos. Ni el rígido baile del segundo movimiento, que precisa mucha más flexibilidad y gracia (¡es un vals en 3/8 lo que están tocando!), ni mucho menos una escena campestre de una sosería y una falta de tensión considerables arreglaron su versión, que sin embargo mejoró al pasar por esa dramática Marcha al suplicio, con unos buenos metales y mejores timbales, y especialmente en un final de mayor transparencia orquestal y mejor control de los planos sonoros, con una estratificación más lograda, por más que el accelerando conclusivo resultara más caprichoso que coherente.

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