LOS SANTOS INOCENTES | CRÍTICA DE TEATRO

Oficio interpretativo y fidelidad a Delibes

Un momento de la representación de 'Los santos inocentes'

Un momento de la representación de 'Los santos inocentes' / marcosGpunto

Manolo Matji, guionista de la película ‘Los santos inocentes’ cuenta en una entrevista que le preguntó a Delibes '¿quiénes son los santos inocentes?', y Miguel le dijo: 'Todos'. Esta respuesta y su malestar al asistir a la proyección y descubrir que el público aplaudió la muerte del señorito dicen mucho del profundo compromiso ético del escritor castellano.

Su novela, publicada en 1981, es considerada una de las cumbres de la literatura española del siglo XX. La versión cinematográfica de Mario Camus se estrenó tres años después y marcó a varias generaciones con  esta historia sobre los habitantes de un cortijo extremeño en el que la servidumbre-esclavitud es aceptada como algo natural.

Han pasado cuarenta años y Fernando Marías (fallecido antes del estreno) y Javier Hernández-Simón han adaptado la novela al teatro en una suntuosa producción que ha reunido a grandes profesionales tanto entre sus nueve intérpretes como en la iluminación, Gómez-Cornejo e Ion Anibal y la escenografía de Ricardo Sánchez Cuerda (impactante la simbología de esa bandada de pájaros libres).

Resulta aterradora la naturalidad con la que los dueños del cortijo y los siervos asumen sus papeles en una España profunda que todos esperamos haya dejado de existir para siempre.

Javier Gutiérrez, Pepa Pedroche (Paco ‘el bajo’ y Régula) que recuerdan a las criadas de Genet y Luis Bermejo (el discapacitado Azarias), y el señorito Iván (Jacobo Dicenta) con la dirección de Hernández-Simón parecen caer en una cierta monotonía interpretativa que nos va llevando al final obviando cualquier tipo de clímax.

La tímida esperanza en un mundo sin injusticias de esta propuesta queda en manos de los jóvenes, muy bien interpretados por Yune Nogueiras y José Fernández.

El público celebró en pie la función.

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