Un 'Oliver Twist' para "remover conciencias"

El Central acoge durante todas las navidades, la versión musical-familiar del clásico de Dickens a cargo de La Tarasca.

Manuel Llanes y Ramón Bocanegra, en el centro, junto a parte de los actores de 'Oliver Twist' ayer en el Central.
Manuel Llanes y Ramón Bocanegra, en el centro, junto a parte de los actores de 'Oliver Twist' ayer en el Central.
Francisco Camero Sevilla

18 de diciembre 2013 - 05:00

Que no haya teatro en Navidad, dice Ramón Bocanegra, es "como si cerraran los parques los domingos". Y sin embargo suele suceder. Por eso el director sevillano, al frente de la compañía La Tarasca, se empeñó en estrenar precisamente en estas fechas una versión musical-familiar de Oliver Twist, uno de los inagotables clásicos -valga la redundancia- del escritor inglés Charles Dickens, cosa que sucederá en el Teatro Central, donde el espectáculo podrá verse durante las tres semanas del periodo navideño: desde hoy hasta el sábado, desde el próximos día 26 al 28, y desde el 2 al 4 de enero.

Con este quinto proyecto de la compañía que llega al espacio de la isla de la Cartuja -cuyo responsable artístico, Manuel Llanes, alaba la "enorme valentía" del proyecto-, La Tarasca quiere defender, dice Bocanegra, la dimensión moral de la literatura de Dickens, capaz de divertir y conmover pero también de "influir con sus escritos en la sociedad en la que le tocó vivir".

De hecho, recordó el director teatral, con esta historia -la del huérfano Oliver, quien tras la muerte de su madre en su propio parto da con sus huesos primero en un orfanato terrible, después vendido a un enterrador que lo maltrata y finalmente adoptado por Fagin, un viejo judío que acoge a rateros en su casa a cambio de que trabajen robando para él- logró "desatar una ola de caridad" y "remover las conciencias tanto de los burgueses como de los proletarios de su época". A ese tipo de "fuerzas" invoca esta versión de La Tarasca, porque no por "tópico", apunta Bocanegra, "deja de ser necesario un valor como la solidaridad".

Voluminosa como tantas otras novelas del autor, Oliver Twist fue publicada por entregas durante dos años. ¿Cómo reducir todo ese material a las algo menos de dos horas que dura la interpretación del libro que propone este espectáculo? "Fue lo más difícil", reconoce el director, que optó -inevitablemnte- por elegir y descartar tramas y personajes hasta quedarse tan sólo con los "determinantes".

Bocanegra ha trabajado mano a mano con el contrabajista, pianista y compositor Manuel Calleja, que ha desarrollado su carrera en torno al jazz, que no faltará en las funciones, aunque el tono general será más de "opereta de principios del siglo XX", con ecos "expresionistas" en la onda alemana de Kurt Weill, explicó Bocanegra, y ráfagas de canciones tradicionales yiddish, un amplio espectro sonoro que hará que "este musical -quisieron aclarar sus responsables- "no sea uno a la manera de de Broadway, ni como los de Madrid, ni como los de Pernambuco, sino... de aquí".

Hasta 60 personas se encontrarán en las representaciones sobre las tablas del Teatro Central. "Es una Tarasca ampliada y revisitada", bromeaba ayer Manuel Llanes. Un grupo inusitadamente amplio formado por los actores principales -David Pavón, Verónica Rojas, Judith Esteban, Juanjo Macías, Paco Pérez, Cristina Almazán, María Varod, Gregor Acuña, Miguel Mateos, Paz de Alarcón y José María del Castillo, entre ellos-, la banda de músicos -casi una decena de ellos, tocando en directo- y los secundarios, que tienen aquí un papel fundamental, señala Bocanegra, ya que muchos de ellos son niños que proceden de centros de acogida. Lo que se puede perder de perfección o de técnica impoluta en la interpretación, dice el director, se gana "al menos en utilidad ya solamente durante el proceso mismo" de montar la obra, que cuenta con el apoyo de las consejerías de Educación, Cultura y Deporte y de Igualdad, Salud y Políticas Sociales de la Junta.

Convencido de que "la historia de Oliver sigue vigente", y de que "ahora la sociedad es un poco adolescente", Bocanegra decidió, "sin olvidar que se trata de una obra para todos los públicos, no eludir su crudeza". "Porque las cosas son como son", dice, y no sirve de nada pretender ocultarlo. Tan sólo vale, dice, asumirlo, hacer como Oliver, "tener la voluntad de cambiar las cosas".

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