Cultura

Perdón o venganza, el dilema de Susanne Bier

  • La directora danesa presenta 'En un mundo mejor', una cinta de historias cruzadas; el griego Marinakis, la interesante 'Black Field'

Seleccionada para representar a Dinamarca en los Oscar y muy bien recibida ayer en el Festival de Sevilla, En un mundo mejor, de Susanne Bier, se perfila como una de las claras favoritas a los premios que el certamen otorga este sábado, tanto por su fórmula narrativa-temática, muy del gusto del público en los últimos años, como por los aplausos que se escucharon tras su primer pase, los más entusiastas de todas las proyecciones de la Sección Oficial hasta el momento, y los rendidos elogios de parte de los periodistas que acudieron después a escuchar las explicaciones de la cineasta, no muy elocuente debido a una pequeña indisposición.

Autora de Hermanos, Después de la boda o Cosas que perdimos en el fuego, Bier filma ahora un guión de Anders Thomas Jensen -con quien ha colaborado en otras ocasiones- que sitúa a todos sus personajes ante la tentación de la venganza y en un mundo donde cada uno agrede y es agredido, para acabar formando todos juntos una azarosa cadena de violencia -física y emocional- que se enrosca sobre sí misma en un bucle sin solución aparente más allá del amor y otros refugios íntimos. "Quería mostrar la fragilidad de la sociedad escandinava, supuestamente idílica. No sólo eso. La película trata sobre la facilidad con la que las cosas se desintegran", explicó la directora danesa.

En un mundo mejor, cuyos derechos de distribución en España han sido adquiridos ya por Golem, presenta varias historias encadenadas por un mismo conflicto: cómo hacer lo correcto en situaciones que empujan a sus protagonistas al envilecimiento moral. "Realmente no ofrezco ninguna respuesta. A propósito. Pero quería plantear estos dilemas, la disyuntiva entre la venganza o el perdón. Me gustaría que el público se lo pasara bien viendo la película, pero también que debata después de verla", dijo Bier.

Tratando de "llegar a un equilibrio para que no se pueda hablar de una manipulación superficial" de los sentimientos, la cineasta fía el principal impacto de su filme a la "evolución emocional" de sus personajes, concebidos en el guión de Jensen como piezas de un mecano construido para hablar de la caprichosa irrupción del caos en las minúsculas vidas humanas. La de un médico que trabaja en un campo de refugiados de África, padre ausente de un niño sistemáticamente maltratado por sus compañeros de colegio y marido en trance de divorciarse de su mujer; la de un niño enfermo de rencor hacia su padre ensimismado y hacia el mundo tras la muerte de su madre, frustraciones que canalizará primero defendiendo con inusitada violencia a su amigo del acoso escolar y después implicándolo en un acto de escarmiento a una tercera persona que se les va trágicamente de las manos.

Antes que Bier, en el primer pase de la mañana, el griego Varkis Marinakis presentó Black Field (Campo negro). Protagonizado por Sofia Georgovassili, una de las actrices de la desasosegante Canino, la película griega con más repercusión internacional de los últimos años, el primer filme de Marinakis está ambientado en el siglo XVII, en la Grecia dominada por el Imperio Otomano. En ese marco histórico inserta el autor un "oscuro cuento de hadas", una historia de amor en la que están implicados un soldado turco y una hermética monja del convento al que el primero llegada herido y buscando refugio.

Ocurre que la monja es en realidad un chico -una práctica común entonces, contó Marinakis, pues los padres en muchas ocasiones vestían a sus hijos como niñas o los llevaban a los conventos para evitar su reclutamiento forzoso por parte del ejército turco-, y ambos, enamorados a pesar de este opresivo secreto, se lanzan a una huida al bosque para intentar librarse de las restricciones sociales y religiosas. La ambigüedad sexual de la monja, explicó el director, le interesa porque "al encontrarse uno en situaciones fronterizas es cuando ve que la realidad no es unívoca y descubre cosas". En última instancia, concluyó, su película, "rodada a corazón abierto", trata de algo tan universal como la "necesidad de ser libre, de ser feliz, de amar".

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