Plural Ensemble | Crítica

Viaje al interior del tiempo

Un momento del concierto de Plural Ensemble en la Sala Juan de Mairena

Un momento del concierto de Plural Ensemble en la Sala Juan de Mairena / D. S.

Hace mucho que la llamada música contemporánea abandonó el terreno dogmático de las certezas, la seguridad de las camarillas, el blindaje de los comisariados políticos. Hoy una extraordinaria variedad de tendencias compiten en libertad por encontrar su propio hueco ante un público que sigue siendo minoritario.

Diversidad no significa que no haya preocupaciones comunes, que en ocasiones parecen generacionales, ni recursos compartidos. Los más jóvenes (González, Quislant) parecen muy atraídos por las técnicas extendidas. González hace incluso uso del ruido en un estilo no lejano al más clásico de un Lachenmann.

La preocupación por la tímbrica y la textura sigue en primera línea. En algunos casos, se aprecia también una vuelta sin complejos de la melodía (Greco) o una incidencia muy especial en los aspectos más elementales del ritmo (Guevara). Es en cualquier caso, la gran pregunta de la música (el tiempo y su manejo) la que delimita con más claridad los terrenos. Las discontinuidades de Cives aetherei de González se aleja así de las divagaciones polifónicas de Skifir de Fuentes, y ambas de la contundencia casi orgánica de Figuralmusik I de Torres Maldonado, obra que busca la simplicidad a través de un zumbido casi de insecto (¿Ligeti al fondo?), y todas ellas de Viaje al interior de un segundo, la última creación de César Camarero, y en la que el gran músico madrileño vuelve a extasiarse en la quietud: en su obra hay una exploración radical del (paso del) tiempo, como si se estirase y contrayese a impulsos poéticos, psicológicos.

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