GEORG RAZUMOVSKIJ | CRÍTICA

Ardor y pasión sin reflexión

Georg Razumovskij

Georg Razumovskij / D.S.

De apellido de inmediatas referencias beethovenianas, el joven pianista alemán mostró en este recital tener buena materia prima para llegar a ser un interesante intérprete, pero también una serie de cuestiones que debe mejorar de manera inmediata sin quiere llegar a serlo.

De momento la confección de sus programas para que éstos no sean un cajón de sastre. Abrir el recital con una sonata de Scarlatti es muy arriesgado salvo que se tengan las cosas muy claras y en este caso adivinamos que lo que sonaba era de Scarlatti por el nombre que aparecía en el programa, porque no se pudo deformar, desnaturalizar y destrozar más una obra a base de fraseo exagerado, tempos lentísimos, juegos dinámicos espurios y sforzandi fuera de estilo. No empezó mal la sonata de Haydn, con un Allegro moderato articulado con claridad y fraseado con ligereza, pero en el Adagio cayó en la tentación del exceso de rubato y en el Finale las opciones erróneas de pedal llevaron a una versión muy desigual.

Lo mejor de todo el recital estuvo en la juvenil y romántica Opus 1 de Prokofiev, en la que el espíritu fogoso y la tendencia a la densidad del pianista se engarzaron a la perfección con el espíritu de la composición. Pero en la polonesa de Liszt renació ese fraseo a trompicones y la poca claridad en el fraseo, con una mano izquierda poco nítida cuando se cruzaba con la derecha. Delicada y atenta a los juegos de colores la pieza de Ravel y exceso de pedal y discontinuidad con Brahms. Y un poco de circo para el final.

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