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ORQUESTA JOVEN DE ANDALUCÍA | CRÍTICA

El futuro está en la juventud

La OJA y los solistas de 'La canción de la tierra'.

La OJA y los solistas de 'La canción de la tierra'. / Guillermo Mendo

La coincidencia de la convocatoria de huelga de la Sinfónica con la presencia de la Orquesta Joven de Andalucía en el escenario del Teatro de la Maestranza, donde aún no sabemos si sentará la Sinfónica pasado mañana, ofrece la posibilidad de reflexionar sobre la necesidad de mantener conjuntos sinfónicos abocados a la inestabilidad laboral y económica permanente cuando las orquestas juveniles han alcanzado un nivel a menudo parangonable al de las profesionales.

Se abría el concierto con la obra encargo de Daahoud Salim, un concierto para saxo y orquesta que revela desde el principio las raíces jazzísticas del compositor, de una notable inspiración melódica y una orquestación atmosférica que crea sonoridades evanescentes sobre las que despliega una muy exigente escritura para el saxo que recibió una excelente lectura por parte de David Alonso.

Álvaro Albiach se manifestó como un completo controlador de la orquesta con una Canción de la tierra que fue todo brillo y precisión, con prestaciones instrumentales impecables en todas las secciones (sensibles violines con sordina, excelentes violas). Pero hay que destacar al soberbio solista de oboe Manuel Calero Jiménez por color y delicadeza en el fraseo. El director estableció un tejido sonoro transparente, con absoluta atención a equilibrar todas las secciones y a darle relevancia a los pasajes de determinadas secciones. La orquesta respondió de manera soberbia, con una inmejorable exhibición de colores y una precisión y empaste dignos de elogio.

Alejandro del Cerro abordó sus intervenciones con valentía y con sobrados medios, con potencia y metal en los agudos y cuidado en el fraseo, sabiendo también desplegar una delicada línea de canto bien regulada en los momentos más líricos. A José Antonio López le planteó serios problemas adaptarse a la parte escrita originalmente para una contralto, sobre todo en la zona más aguda, que tenía que resolver con falsete y voz mixta que contrastaba demasiado con el color de su voz plena. Pero en lo demás estuvo magnífico, con redondez de sonido y articulación atenta a cada sílaba. Su magistral manera de regular el crescendo expresivo y poético en la sección final de Der Abschied llevó el concierto a su punto más alto de belleza.

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