Tras más de una década transitando por los madrigales de Claudio Monteverdi, A5 Vocal Ensemble se adentra ahora en en la música religiosa de Heinrich Schütz, uno de los continuadores del estilo madrigalísitico veneciano tras su estancia en la ciudad de los canales, donde además del influjo monteverdiano absorbió también el estilo policoral de Gabrieli. Pero, sobre todo, Schütz (Sagitarius en su forma latinizada) vuelca esos recursos formales y retóricos sobre la espiritualidad más íntima del protestantismo, sometida además a las pruebas terribles de la Guerra de los Treinta Años, con la crueldad del enfrentamiento entre católicos y protestantes en el seno del Imperio. De ahí la insistencia en poner música a los salmos, esas llamadas de auxilio y perdón que adquieren pleno sentido en aquel contexto.

El quinteto vocal necesitó llegar hasta el final de Ich habe mein sach para encontrar un sonido uniforme y empastado, sobre todo en la sección de sopranos y alto. Pero de ahí en adelante se instaló en la uniformidad sonora, sin que por ello se renunciase a la individualidad tímbrica de cada uno de los cantantes. Sostenido por el sólido bajo de Alejandro Ramírez, el grupo pudo adentrase en los recovecos retóricos y expresivos de la música con la veteranía que en ello le otorgan los muchos años de Monteverdi. Así, supieron incidir con acentos dinámicos sobre palabras como Errete mich (líbrame), Tränen (dolor, incidiendo en la disonancia) o Freuden (alegres). En el salmo 116 la sucesión de afectos se materializó en matices dinámicos de gran carga emotiva, desde la primera frase abordada en pianissimo, para ir engrosando el sonido paulatinamente. Fue muy expresiva la inflexión sobre la zona grave al proninciuar la palabra Tod (muerte). Otro momento especialmente logrado fue la solemnidad del incio de Verleih uns frieden, para rematar con un muy medido crescendo final.

En su breve intervención a solo en una fantasía de Samuel Scheidt, Batanero mostró claridad en la exposicón de las voces y continuidad en el fraseo.