TEMPERAMENTO | CRÍTICA

El siglo del italianismo europeo

Temperamento en el Alcázar.

Temperamento en el Alcázar. / ACTIDEA

La colonización de los centros musicales europeos por intérpretes y compositores italianos fue en el siglo XVIII un fenómeno espectacular. Desde Lisboa a San Petersburgo, toda una oleada de músicos llevaron adelante en el continente un intenso fenómeno de globalización estilística, a la vez que extendieron por las tierras occidentales y sus extensiones coloniales un mismo estilo compositivo. Recuerdo el conflicto de mentalidad musical que se produjo en la Sevilla de 1730 entre el estilo italiano traído por los músicos de la Real Capilla de Felipe V y las severas mentes de los canónigos de la catedral hispalense, reacios a todo lo que oliese a italianismo y profanidad.

A esta expansión italiana dedicó Temperamento su personal homenaje a los tres siglos y medio del nacimiento de Tommaso Albinoni. El recital se cimentó esencialmente sobre el traverso de Ruibérriz en un amplio panorama de compositores italianos del XVIII. La elegancia del fraseo del flautista sevillano es bien conocida y en esta velada quedó una vez más de relieve merced a su manera tan suave de atacar las frases, mimando la producción del sonido y midiendo la intensidad de cada frase, con el énfasis necesario en las notas clave que van sembrando de sentido expresivo el discurso melódico. Con graves al límite bien apoyados en la sonata de Corelli, languidez muy galante en la de Platti y estupendos trinos en la de Sammartini, Ruibérriz cerró un concierto que hubiese sido más redondo de contar con un chelo menos áspero y chillón como continuo. Sampedro ofreció una versión muy melancólica de Scarlatti.

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