La otra crónica

Sevilla, el mejor 'photocall' para el famoseo de los Grammy Latinos

El 'photocall' instalado en Fibes para la recepción de los invitados a los Grammy Latinos.

El 'photocall' instalado en Fibes para la recepción de los invitados a los Grammy Latinos. / Juan Carlos Muñoz

Digámoslo sin tapujo. En Sevilla gusta mucho una alfombra roja. En lo que va de año llevamos dos. La de los Goya y los Grammy Latinos. Ese pasillo en el que famosos, rostros conocidos y gente de la que no tenemos ni la más remota idea posa en los photocall y nos distrae con los modelitos elegidos. A cuanto más estrafalarios, mayor diversión. La elegancia, a estas alturas del siglo XXI, resulta aburrida. Si usted quiere que los medios le dediquen un buen apartado en sus ediciones digitales, opte siempre por todo lo contrario al buen gusto. Le editarán mil piezas. Desde el diseñador hasta la marca de la ropa interior. 

En invierno tuvimos la alfombra de "la gran fiesta del cine español" (no sabemos si a partir de ahora cambiaremos la última palabra por la de "plurinacional") y en este otoño de 25 grados a Sevilla la han vuelto a obsequiar con una ceremonia de premios de primer orden, la de los Grammy Latinos, que por primera vez se celebran fuera de Estados Unidos. Han cruzado el charco y se han venido a orillas del Guadalquivir. Una ciudad como decorado -en el sentido más estricto de la palabra-, en la que sus vecinos han tenido escaso papel activo en los actos oficiales. Nos quedamos, al menos, con la repercusión mediática de la urbe, tan defendida estos días por el regidor José Luis Sanz (le sienta bien la pajarita). 

Frente a la fiesta oficial, donde no hay lugar a la improvisación, existe esa otra ceremonia paralela. La vivida a las puertas de cuatro hoteles donde se han hospedado las celebrities (prometo no abusar de los odiosos anglicismos): Alfonso XIII, Querencia de Sevilla, Radisson y Colón. Allí la ciudadanía reclama su papel en esta tramoya. Chavalería en edad ociosa y mayores con demasiado tiempo libre que aguantan horas para grabar en los móviles al famoso de turno que pone un pie en la calle.

Público adolescente apostado en la puerta del Hotel Colón para ver llegar a los famosos. Público adolescente apostado en la puerta del Hotel Colón para ver llegar a los famosos.

Público adolescente apostado en la puerta del Hotel Colón para ver llegar a los famosos. / Juan Carlos Muñoz

En este punto, debe reconocerse el gesto de Manuel Carrasco y Camilo (colombiano de bigotes imposibles) con sus fans, a las que deleitaron con su nueva canción a dúo en plena Avenida de la Constitución. Fue quizá el momento de mayor cercanía de estos premios con los sevillanos. El cantante onubense, por cierto, interpretó este tema con la guitarra estrenada en su última actuación en el Estadio de la Cartuja (allá por junio), obra del taller sevillano Guitarrería Álvarez & Bernal, firma referente en el arte de la lutería (bellísima palabra).

Los famosos venidos a los Grammy también han dejado momentos viralizados en redes. Rosalía con una estampa de la Macarena regalada por un admirador y el cantante Ozuna rezando de rodillas a un crucificado de la parroquia de Omnium Sanctorum. Hasta la misma calle Feria (cada vez más invadida de gastrobares y negocios impersonales) se fue el intérprete de temas como Me reclama, cuya letra no se basa precisamente en el famoso catecismo del padre Ripalda. El reggaeton (tan presente en estos premios) es la antítesis de la metáfora, de la insinuación. La exaltación de lo explícito. Lo evidente elevado al cubo. 

Paz Vega, con una chaqueta de lentejuelas rojas. Paz Vega, con una chaqueta de lentejuelas rojas.

Paz Vega, con una chaqueta de lentejuelas rojas. / Juan Carlos Muñoz

Volvamos a la alfombra roja en Fibes, epicentro del chismorreo de estos premios. Desde antes de las siete de la tarde ya hay famosos desfilando por ella. Y eso que la gala no comienza hasta las 22:30. Más de tres horas de espera entre flashes de fotos, focos, entrevistas inocuas de youtubers sin sentido del ridículo y golpes de maquillaje que a duras penas aguantan este tiempo previo. Lo cierto es que quien sigue por los canales de internet semejante desfile no sabe si presencia la ceremonia de unos premios de fama mundial o la cola de espera del Bilio's, inmenso negocio de comida rápida a escasos metros del Palacio de Sevilla Este, donde el chándal y los abalorios voluminosos se constituyen en señas identitarias (seamos políticamente correctos) de su público mayoritario. (Por cierto, uno de los escasos establecimientos que sirven de comer hasta bien entrada la madrugada, todo un milagro en esta ciudad de horarios turísticos).

Victoria Federica, con su vestido gris metalizado. Victoria Federica, con su vestido gris metalizado.

Victoria Federica, con su vestido gris metalizado. / Juan Carlos Muñoz

El metro cuadrado de piel sin tatuaje se cotiza alto entre quienes pasan por la moqueta roja. Rosalía ha dejado huella entre sus compañeras. Uñas XXL a tutiplén. (A mi modestísimo entender, la versión que hizo en los Goya de 2019 del clásico de los Chunguitos le fue mejor que la de esta noche de la Jurado). Entre las famosas españolas, los portales especializados en moda (y sucedáneos) destacan a la sevillana Eva González, con un modelo gris metalizado, idéntico calificativo que emplean para hablar del conjunto (outfit para los cursis) lucido por Victoria Federica, sobrina influencer de Felipe VI.

No pasan tampoco por alto el conjunto de Nieves Álvarez, con un corsé en forma de corazón muy discotequero. Ejemplo de que la elegancia supera cualquier adversidad (lo siento, pero Nieves es mi debilidad). Aunque si hay que subrayar un atuendo que no deja a nadie indiferente, ése es el de Lola Índigo, con una especie de mantilla morada que la convierte en un híbrido entre folclórica tuneada y dolorosa sevillana. Digna de estudio. 

Nieves Álvarez, con su 'outfit' discotequero. Nieves Álvarez, con su 'outfit' discotequero.

Nieves Álvarez, con su 'outfit' discotequero. / Juan Carlos Muñoz

El desfile de famosos acaba poco antes de las 21:30. Falta una hora para la gala. De entre todas las retransmisiones, éste que les escribe se queda con la narración de Inés Hernand, una youtuber de la llamada generación Z (la que no conoció la peseta) que eleva a arte el lenguaje más soez. La naturalidad sin complejos para rellenar horas de retransmisión en directo en RTVE Play. No la pierdan de vista (ni de oído) si quieren tener un ejemplo de posmodernidad. No apta, eso sí, para las pieles más sensibles. Puede provocarles urticarias.

Se acaba la alfombra roja de los Grammys. La que se ve a través de la pantalla y la que se disfruta en directo en la puerta de los hoteles. Han sido días para dejar la razón en descanso. En modo pausa. En tiempos de crispación política, nada mejor que distraer la mente con un buen famoseo. La diversión como desahogo. Y para eso esta ciudad hace de experta anfitriona. Photocall perfecto para la alegría más efímera.

 

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