Cultura

La Tate Modern revisa la trayectoria de Malevich y los inicios del arte abstracto

  • Una gran retrospectiva recorre la carrera del pintor desde la figuración hasta más allá del suprematismo

La evolución del ruso Kazimir Malevich (1879-1935) del arte figurativo de sus comienzos hasta más allá del suprematismo con el que hizo historia se traza en una gran retrospectiva que se inaugura hoy en la Tate Modern. Malevich, hasta el 26 de octubre, es una de las más amplias muestras jamás dedicadas al pintor, cuya obra se disgregó por el mundo cuando la Unión Soviética de Stalin impuso el realismo socialista como arte oficial, en detrimento de los movimientos de vanguardia.

"Esta exposición ofrece una oportunidad única de ver todos los estadios de su obra y formula una visión más compleja de Malevich como artista", manifestó el comisario, Achim Borchardt-Hume. Nacido en 1879 en Kiev (Ucrania) de padres polacos, pronto se fue a Moscú para seguir una carrera en el mundo del arte y, a través de colecciones pictóricas, entró en contacto con la obra de Monet, Cézanne, Picasso o Matisse.

Malevich "quería ser un artista moderno y un artista ruso", señaló el comisario, por lo que desde el principio buscó un lenguaje propio. Tras descubrir el Manifiesto Futurista de Filippo Marinetti en 1909, el ruso, ajeno a la maquinaria loada por el poeta italiano, lo adaptó a su realidad con el "cubofuturismo", que combinó el dinamismo de los futuristas con las perspectivas fragmentadas de cubistas como Picasso o Braque. Aplicó este estilo, de forma iconoclasta, a paisajes rusos, como Mañana en el pueblo tras una tormenta de nieve, de 1912, mientras que Cabeza de campesina indica su tendencia a la abstracción.

Su colaboración en 1913 con el músico Mikhail Matyushin y los poetas Aleksei Kruchenykh y Velimir Khlebnikov para montar la ópera futurista Victoria sobre el sol -de la que hizo el decorado y el vestuario- marcó un punto de inflexión en su carrera. El grupo abogó por la disolución del lenguaje y del pensamiento racional, consignas que Malevich trasladó a su "pintura alógica". Las formas y colores separadas del mundo físico abrieron el camino a la abstracción, hacia la que evolucionó en plena I Guerra Mundial y que culminó con El cuadrado negro, una de las obras más icónicas del siglo XX. Este óleo -un cuadrado negro sobre fondo blanco, seguramente pintado en 1913 pero fechado en 1915- "significó la ruptura con siglos de representación y marca una hora cero en el arte moderno", apuntó Borchardt-Hume. De ahí surgió el suprematismo, que exploró el potencial del arte a través de formas geométricas sin conexión con el mundo, creando un universo sin objetos.

La exposición de la Tate reserva una sala a reproducir, con 9 de los 12 cuadros originales de Malevich, la exhibición 0.10 celebrada en 1915 en Petrogrado, "posiblemente la muestra más famosa del arte moderno", apuntó el comisario.

Tras forjar el suprematismo, con sus magnéticas y coloridas formas geométricas -encapsuladas en Suprematismo dinámico/Supremo, de 1916-17, entre otras obras-, Malevich se separó durante años de la pintura, que vinculaba al viejo régimen derrocado por la Revolución Rusa de 1917. Con la llegada del realismo socialista, Malevich retomó los pinceles y también regresó a temas típicos rusos de campesinos, si bien ahora son "meros maniquíes sin rostro", se apunta en la Tate. Sus últimas obras, figurativas, están firmadas con un cuadrado negro -indicando que nunca renunció al suprematismo-, el mismo que adornó las banderas de la multitud que acudió a su funeral, después de su muerte de cáncer el 15 de mayo de 1935.

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