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Toda la felicidad del mundo a precio de saldo

  • La discográfica Saga edita la recopilación 'Louis Armstrong Rétrospective', fiel retrato del genial Satchmo en tres CD

Nadie sabe a ciencia cierta cuándo ni cómo nació el jazz. Hubo quienes, como el legendario Jelly Roll Morton (que sentenciaba: "Es de todos conocido que Nueva Orleans es la cuna del jazz y que yo mismo lo inventé en 1902"), se atribuyeron su creación o bien la invención del vocablo (quién sabe si proveniente del francés jaser, del bantú jaja, de Jezabel...), como si en el hallazgo del nombre se cifrara la paternidad y el misterio de la que algunos han llamado música clásica del siglo XX.

Nadie sabe, en definitiva, quién creó el jazz: acaso alguien nacido, como el Homero del poema borgiano, en siete ciudades... La única certeza que al respecto compartimos músicos, historiadores, críticos y aficionados de todo pelaje y condición es que Louis Satchmo Armstrong fue quien le dio vida y espíritu a ese barro que era la polifonía de su Nueva Orleans natal.

Julio Cortázar dejó escrito en La vuelta al día en ochenta mundos que si hubiera sido Satchmo, en lugar de Dios, quien insuflara vida al primer hombre, éste habría salido sin duda mucho mejor. "Cronológicamente, el primer cronopio fue Louis", dijo. De modo que en el principio fue Satchmo -o Pops, como también era conocido, si lo prefieren-. No por nada afirmaba Gene Krupa, el gran batería de Benny Goodman: "Fue Louis quien lo hizo todo y fue el primero en hacerlo. No existe, en jazz, un músico o una orquesta capaz de tocar sin rendir, consciente o inconscientemente, un tributo a Louis Armstrong".

Consciente de ello, Saga, la magnífica discográfica francesa que empezó su andadura hace unos pocos años precisamente con un disco dedicado a Armstrong, regresa hoy a los orígenes para rendir homenaje a ese músico capaz de simbolizar la música de su siglo de forma parecida a como Picasso o Marylin encarnan en nuestra imaginación la pintura y el cine todo del pasado siglo.

Saga nació no hace mucho con la voluntad de ofrecer, a precios irrisorios -o sencillamente dignos y asumibles, en estos tiempos de abuso consentido, lucrativos cánones y pataletas por parte de grandes y lloronas corporaciones discográficas-, lo mejor del jazz y el blues, con un envoltorio de diseño impecable, en formato digipack.

Sus tres colecciones (Saga Jazz, Saga Blues y Modern Series) acogen recopilaciones dedicadas, bien a grandes individualidades, bien a períodos o subgéneros o cualquier tema que se les ocurra a estos creativos productores, entre los que se cuentan algunos de los más prestigiosos críticos y músicos de jazz de Francia, que han dedicado álbumes a la música clásica jazzeada (Jazzin' the Classics), a las heroínas del jazz (Jazzwomen), al jazz zíngaro y manouche (Jazz à la Gitane), etc. Así hacen frente a la tan cacareada crisis del mundo del disco: buscando alternativas loables, amando lo que hacen -que, por añadidura, también conocen- y, de paso, por si fuera poco, renovando por completo el concepto de antología o recopilación. Como los míticos archivos de Alan Lomax, cada disco de Saga es un don, detrás del cual uno intuye largas horas de estudio y disfrute y selección cuidadosa. Cada disco de Saga es, no ya una mera recopilación, de gran ayuda para el neófito que se acerca por primera vez a los estantes repletos de discos de jazz desconocidos, sino además un obra ensayística e, implícitamente, una declaración de intenciones.

Para mayor placer de los seguidores del sello francés, Saga nos regala cada año, desde hace cuatro, una retrospectiva, compuesta por un libreto de calado y de factura impecable, generosamente ilustrado, acompañando siempre a tres discos. La primera fue la dedicada a Django Reinhardt (a cincuenta años de su muerte), a la que siguieron la de Charlie Parker y luego la de Billie Holiday. Este año nos han regalado a Louis Armstrong. Esta Louis 'Satchmo' Armstrong Rétrospective 1923-1956 supone el más fiel retrato a aquel "Buda moreno, robusto y beligerantemente feliz", como lo definiera Truman Capote. Daniel Nevers se encarga del texto introductorio e Irakli Smatcho de Davrichewy, trompetista y gran conocedor de su obra, comenta con acierto y conocimiento de causa cada uno de los cortes.

Son tres discos que abordan los años cruciales: desde el florecimiento de Armstrong a la sombra del gran King Oliver, a principios de la década de los 20, pasando por los años revolucionarios como líder de los Hot Five y Hot Seven (piedra angular del jazz y de toda discoteca que se tenga por medianamente decente), hasta su consagración y ese momento de su vida, tan denostado por envidiosos y desaprensivos, en que Armstrong, que había nacido en la miseria y aprendido a tocar la trompeta en un reformatorio, abraza al fin, tras años de risueña lucha, la gloria, y la asume de esa manera tan graciosa, recurriendo a veces a un repertorio gratamente comercial, sí, cómodamente instalado en la tradición, es verdad, pero no es menos cierto que dicha tradición había sido reinventada por él. Satchmo era y es la tradición, el jazz moderno. Y habría que esperar hasta los años 40 para que Charlie Parker y los suyos dieran otro vuelco al jazz comparable al que propiciara Armstrong casi veinte años antes.

Encontrarán en esta caja joyas como ese St. Louis Blues, con Satchmo a la trompeta y la voz de Bessie Smith, la Emperatriz del Blues; o ese West End Blues que puso el punto y aparte a aquella primitiva polifonía neoorleandesa que, tras el paso del huracán Satchmo, habría de resultar para siempre obsoleta; el encuentro con Earl Hines, ese otro dios sonriente; el encuentro con Ella; la música preciosa y rabiosa de los Hot Five y los Hot Seven (1925-1928); la música encantadoramente comercial de Louis con los Mills Brothers; sus versiones despreocupadas y radiantes de La cucaracha o La Vie en rose (ay, si esto fuera hoy día lo comercial y vendible); el Louis crooner que canta a dúo con su amigo, el enorme Jack Teagarden, aquella irresistible Rockin' Chair; las orquestas sucesivas de Armstrong en la era del swing y las all stars, las estrellas que visitaron Europa; esa voz cascada que -según dicen- Armstrong poseía ya de niño... Todo esto, toda la felicidad del mundo, en tres discos y al precio de cualquier novedad discográfica ramplona y actualísima: apenas 20 euros.

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