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REAL ORQUESTA SINFÓNICA DE SEVILLA | CRÍTICA

Las dos caras de un concierto

Luchessini, Uryupin y la Sinfónica cerrando temporada.

Luchessini, Uryupin y la Sinfónica cerrando temporada. / Marina Casanova

El caso más conocido es el de la grabación en directo del primer concierto de Brahms por Glenn Gould dirigido por Leonard Bernstein. Al inicio, el director se dirige al público y les explica que había sido imposible llegar a un entendimiento con el pianista sobre la manera de interpretar el concierto, por lo que se excusaba de responsabilidad por el resultado final.

En estas obras, como la de Chaikovski que ocupaba la primera parte de este concierto, siempre hay un tira y afloja entre solista y director y no siempre es factible alcanzar un punto intermedio de acuerdo, por lo que alguno de los dos tiene que ceder. A la vista de lo que Uryupin hizo con la segunda sinfonía de Schumnann tras el descanso, está claro que fue el pianista quien impuso su criterio. Una pena, porque ese criterio era el de limar todo lo posible los ángulos del fraseo, ralentizar los tiempos, minimizar la tensión y podar del aliento de exaltado romanticismo a la composición. Ataques febles, ausencia de acentos, caídas de tensión en los pasajes pausados (del primer tiempo sobre todo), contención continua en el fraseo del piano, incluso con pasajes emborronados por problemas en el uso del pedal. Incluso el nocturno de Chopin de la propina sonó de forma metronómica, sin una pizca de rubato.

Pero Uryupin se resarció con una vibrante y brillante versión de la sinfonía de Schumann. Allí sí que habitaba el corazón impetuoso del autor. Y también su perfil lírico en ese maravilloso Adagio espressivo cantado con pasión por toda la orquesta y especialmente por los excelentes oboe y clarinete. Antes, en el Scherzo, los violines hicieron una exhibición de agilidad y precisión de conjunto con las complejas rápidas frases iniciales. Sólo faltó que la entrada de las violas en la fuga lenta hubiera sido más nítida y que el Sostenuto assai del arranque de la sinfonía hubiese prestado más atención a poner de relieve la tensión entre el cantus firmus de los metales y las frases inquietantes de las cuerdas para firmar una interpretación impecable.

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