Valle-Inclán, la mejor crítica al esperpento español
La Perla 29. Autor: Ramón María del Valle-Inclán. Dirección: Oriol Broggi. Intérpretes: Lluís Soler, Xavier Boada, Màrcia Cisteró, Manel Dueso, Camilo García, Marissa Josa, Jordi Martínez y Jacob Torres. Espacio: Origol Broggi y Sebastià Brosa. Iluminación: Pep Barcons. Vestuario: Berta Riera. Sonido: Jordi Agut. Lugar: Teatro Central. Fecha: Viernes, 18 de mayo de 2012. Aforo: Completo.
Un cambio en la programación del Teatro Central ha hecho posible que la compañía La Perla 29 visite nuestra ciudad en esta temporada, cuando estaba prevista para la siguiente. No es común que el teatro catalán se enfrente a Valle-Inclán y a su obra cumbre, lo hacemos mucho más en Andalucía o Madrid. Sin embargo, esta versión dirigida por Oriol Broggi entra por la puerta grande de las adaptaciones del gallego que mejor ha sabido describir las esencias del ser español y el creador del esperpento como reflejo de nuestra realidad.
El trabajo resulta impecable, desde la iluminación, vestuario y la disposición del escenario, con el público alrededor, a la interpretación de sus ocho actores, que se hacen cargo de todos los personajes de la obra de Valle en un verdadero alarde de continuidad en el que nos olvidamos que son los mismos actores cambiando de ropas y acentos con la mayor naturalidad del mundo.
Pero el efecto demoledor de esta obra reside, como siempre, en el texto de Valle-Inclán y el mérito de Oriol Broggi, su director, es conseguir que suene y nos llegue perfectamente.
De esta manera, uno se deja llevar por las olas de sabiduría y maravilla lingüística de esta pieza que, cargada de cinismo, fracaso y de poesía, se convierte en un mazaso contra la mediocridad.
El otro ingrediente que convierte esta versión catalana en imprescindible es su oportunidad. Nunca como ahora el desgarro de Valle tenía asegurado su aceptación. La realidad actual de España, la crisis económica adobada de recortes en todos los sectores y muy especialmente en lo que se refiere al pensamiento ponen de manifiesto, con claridad meridiana, que un escritor del siglo pasado se convierte en el mejor y más acertado crítico del esperpento en el que, con dolorosa similitud a otras épocas, se está convirtiendo nuestro país.
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