La luz con el tiempo dentro

Origen | Crítica de flamenco

Antonio El Peregrino entre Vargas, Chloé, Carmen Muñoz y La Moneta.
Antonio El Peregrino entre Vargas, Chloé, Carmen Muñoz y La Moneta. / Archivo Fotográfico Bienal De Flamenco / Claudia Ruiz Caro

La ficha

**** ‘Origen’ Marco Vargas & Chloé Brûlé. Dirección: Marco Vargas & Chloé Brûlé con el acompañamiento de Evaristo Romero. Idea original y dirección coreográfica: Chloé Brûlé. Baile: Antonio El Peregrino, Fuensanta La Moneta, Carmen Muñoz, Marco Vargas y Chloé Brûlé. Guitarras: Miguel Vargas y Raúl Cantizano. Música: Jaleos panaderos y Soleá botánica: Raúl Cantizano. Popular: Archivos de Alan Lomax, 1952-1953. Dirección de arte y espacio escénico: Antonio Godoy. Iluminación: Benito Jiménez. Coordinación de vestuario: La aguja en el dedo. Lugar: Teatro Central. Fecha: Martes, 27 de septiembre. Aforo: Casi lleno.

En noviembre de 2019, Marco Vargas y Chloé Brulé celebraban los 15 años de su unión artística con Los cuerpos celestes, un espectáculo imaginativo, ambicioso y absolutamente trepidante gracias, entre otras cosas, a la música electrónica creada por Miguel Marín.

Luego llegó la pandemia y todo se detuvo de repente. Marco y Chloé se dedicaron a explorar músicas populares, especialmente el rico Romancero extremeño, y de ahí surgió este Origen, completamente en las antípodas del trabajo precedente y muy diferente a lo que hemos visto hasta ahora en esta Bienal.

Con un romance a telón bajado comienza una historia llena de historias. Luego, las personas que la protagonizan, tal vez una familia, tras un dilatado juego de percusiones, vestirán con jarapas una larga mesa en torno a la cual irán construyendo relaciones y celebraciones.

Espigas que huelen a era, harina, pan, limones amarillos como la falda de La Moneta -precioso bodegón de frutas y canastos- y una luz brillante dentro de la cual el tiempo se ralentiza y nos obliga a plegarnos a su ritmo.

Así, en una unidad sin fisuras, sin un renuncio por parte de nadie, iremos escuchando las músicas y viendo los bailes de un elenco absolutamente diferente pero que fluye igualmente disciplinado. Suenan algunos jaleos extremeños y, entre las grabaciones, el Romance de Delgadina que Alan Lomax le grabó en 1952 al pastor Juan Barquillas en su cabaña. Las tres mujeres lo interpretan encima de la mesa mientras que luego será Carmen Muñoz quien baile, con castañuelas y con gracia, otra de las grabaciones.

En vivo no hay cante, pero hay dos guitarras fantásticas: la del emeritense Miguel Vargas, clara y sonora, con un pulgar como el de los tocaores de otra época, sonó a gloria en la granaína y se animó en unos tangos extremeños que La Moneta bailó con el desparpajo y la flamencura que la caracteriza. La otra, la de Raúl Cantizano, brilló en la que él ha llamado ‘soleá botánica’ y puso la banda sonora a la mejor coreografía del espectáculo: una larguísima conversación, repleta de matices, entre Marco y Chloe. Dos cuerpos que, a ralentí o a tiempo real, en contacto o alejados, respiran juntos con una compenetración realmente increíble. Él delicado pero flamenco y viril; ella fina, precisa, elegante e igualmente flamenca.

Y como sorpresa, sobre todo en esta Bienal sin contrastes, el baile del pacense Antonio El Peregrino, un artista casi octogenario al que todos mimaron en escena y que conquistó al público con su pañuelo de lunares, su chaqueta al hombro, sus jaleos y sus tangos.

Al final, todos brindan en escena antes de dejarnos recuperar de nuevo el ritmo acelerado de nuestras vidas. Y quién sabe por qué, de algún rincón de la memoria, surgen los versos de Juan Ramón Jiménez: “Cuando yo era el niñodios, era Moguer, este pueblo, una blanca maravilla; la luz con el tiempo dentro…”.

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