LA TRAVIATA | CRÍTICA

Violeta nunca morirá

Nino Machaidze como Violeta Valéry.

Nino Machaidze como Violeta Valéry. / Guillermo Mendo

Cuarta comparecencia en la escena del Maestranza de esta historia siempre viva, siempre actual, siempre conmovedora, siempre tan cercana a nuestra sensibilidad. Porque Dumas y Verdi supieron encubrir la denuncia de la hipocresía y de la doble moral burguesa con los ropajes de los sentimientos más descarnados.

Por eso, porque la historia que se nos narra nos llega desde el primer momento, su puesta en escena no necesita de excentricidades. McVicar lo ha sabido ver así y sitúa su propuesta en los momentos del estreno de la ópera, a mitad del siglo XIX, con riqueza de vestuario, buena iluminación y un interesante juego con los actores y lo que ocurre tars el muro traslúcido.

Halffter estableció una buena comunicación con las voces, sin ahogarlas ni forzarlas, salvo en el final del segundo acto, muy acelerado y demasiado enérgico. Pero en los momentos más sensibles sostuvo el pulso justo y cuando Violeta canta “Amami Alfredo” de sus manos salió una efusión orquestal rápidamente contenida y de gran fuerza expresiva. Subrayó con gran sentido del momento dramático los acordes en staccato de la orquesta en la escena final, justo cuando ya asoma por el horizonte el destino implacable de Violeta.

Machaidze cantó con gusto en el primer acto, sorteando la escritura demasiado ligera para una voz plenamente lírica como la suya; pero en los otros dos actos fraseó con gran fuerza expresiva, plegó la voz en un discurso muy cuidado, con reguladores y ataques en pianissimo de muchos quilates. Su escena final llegó al corazón del público.

Bella voz, también lírica, la de un Chacón-Cruz lanzado a un fraseo exaltado y lleno de pasión y calor, pero sin obviar el cuidado en los recitativos. Estupendo canto de bravura en “O mio rimorso!”. A Jenis le sobró vozarrón (de timbre leñoso y nasal) y le faltó delicadeza en el fraseo que fue siempre rudo. El resto de los personajes vino servido por una estupenda selección de voces, con magníficos Tobella, de Diego y Merino. Como brillante, empastado y suelto en escena estuvo el coro.

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