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ISABEL VILLANUEVA | CRÍTICA

Rituales en torno al sonido

Rituales en torno al sonido

Rituales en torno al sonido / Lolo Vasco/Femás

Isabel Villanueva plantea en su reciente disco, base de este concierto, un viaje iniciático, un ritual, en torno al sonido y su inseparable correlato, el silencio. El silencio da sentido a las notas, las contextualiza, les permite adquirir entidad, ser una en sí mismas a la vez que formar parte de una totalidade junto a otras notas cohesionadas entre sí mediante ese no sonido, esa ausencia, el silencio. Un silencio a menudo más expresivo que el propio sonido, un silencio que es capaz de adquirir corporeidad precisamente cuando se sitúa entre dos notas, cuando da sentido a la que lo precede a la vez que hace esperar con ansiedad a la que viene a continuación. Toda una mística del sonido, pues, que alcanzó temprana expresión en O Virtus Sapientiae de Hildegard von Bingen, con la que Villanueva, en la desnudez del sonido de su viola, en la pureza de la monodía sostenida con absoluta limpieza sonora, trazó una vía ascendente perfectamente secudada por las piezas de la colección Signs, Games and Messages de György Kurtág, otro cultor de la desnudez del sonido. La limpieza extrema del sonido de la viola, la riqueza en armónicos que es capaz de extraer del instrumento, la afinación impoluta (lo que no siempre es fácil en este instrumento) y la seductora gama de colores (sobre todo en In Nomine) revelaron la esencia de la estética de Kurtág: máxima expresión con mínimo de materia sonora.

El salto hacia atrás desde Kurtág hacia la segunda partita para violín de Bach podría parecer a priori demasiado abrupto, pero todo conducía hacia esa apoteosis de la simbiosis entre sonido y silencio que es la Ciaccona que pone fin a la obra. Las cuatro partes que la preceden sonaron más con la vista puesta en Kurtág que en Bach, con articulación demasiado suave, poco contrastada, con más legato del pensable para esta época, con ritmos poco marcados en la Giga y con una Sarabande instrospectiva en la que los silencios tomaron el protagonismo de las frases. Pero la Ciaccona fue como un salto a otra dimensión, fuera del tiempo y de los estilos, centrada tan sólo en la pura materia sonora y en la intensidad del fraseo, con una técnica imponente y un larguísimo bariolage graduado en intensidad dinámica de manera impresionante.

No podía haber mejor colofón para esto sino la Passacaglia con la que Biber pone punto final a sus Sonatas del Rosario, que no en vano son conocidas en inglés como las Mistery Sonatas, en relación con los Misterios del Rosario. Misterios precisamente son los que parece querer desvelar (u ocultar, no se sabe bien) Biber con esta magistral pieza a violín solo que Villanueva llevó de manera connatural al terreno de su viola, usando aquí, como en Bach, un arco barroco. El inicio fue acuciantemente misterioso, dejando flotar en el aire las cuatro notas descendentes que confirman el ostinato que recorre toda la pieza a lo largo de las sesenta y cinco variaciones, un ostinato que Villanueva hizo que estuviese relevantemente presente, de forma hipnótica, a todo lo largo de la pieza, con una exhibición sobresaliente de claridad y limpieza de sonido. Y de su inseparable silencio.

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