Vivica Genaux & Marcos Madrigal | Crítica

Una diva en plenitud

Vivica Genaux

Vivica Genaux / artists.bcn

Las carreras de los grandes artistas como Vivica Genaux no se fundamentan solo en el talento y la inteligencia, sino también –o sobre todo– en el trabajo bien hecho. Así lo demostró este sábado la mezzosoprano alaskeña, a cuyo merecido prestigio mundial no respondió el público sevillano con el lleno total debido para una sala del tamaño de la Turina. No por ello se entregó menos la Genaux, cuyos carisma y presencia escénica se complementaron con un exquisito trabajo previo junto a su excelente acompañante: pulso musical siempre sutilmente compartido, complicidad plena, y recital completo de memoria por la cantante, lo que le permitió jugar con el movimiento musical y teatral sin menoscabo de la calidad vocal.

Aunque en el Haydn inicial, tal vez música demasiado transparente para una voz grande y ampliamente vibrada, sirviera como poco más que calentamiento, el concierto tomó pronto vuelo gracias a Madrigal, que supo hacer emerger con claridad las románticas armonías schumannianas de entre el virtuoso despliegue pianístico de Liszt. Siguió un soberbio ciclo de Loewe, en el que la mezzo controló su instrumento para conducirlo exquisitamente por los matices sentimentales de la biografía femenina creada por von Chamisso, del regocijo al lúgubre final, del bello metal de su registro agudo a su poderoso y redondo grave. Para la segunda parte quedó el brillante virtuosismo belcantista de un Rossini muy español, incluso goyesco, en el que Genaux mostró el fino respeto (trabajo, de nuevo) de pronunciar a la andaluza, incluidas eses aspiradas. Vuelva pronto.

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