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Cultura

Un acto de hermandad flamenca

  • 'Septiembre es flamenco' arrancó anoche en el Lope de Vega con una gala dirigida por Manuel Curao que brindó momentos emocionantes a cargo de artistas como El Lebrijano.

Fue una noche cargada de emociones. Sólo había que mirar el elenco para imaginar que así iba a ser. Los ganadores de los premios Giraldillo de la última Bienal: El Lebrijano, Miguel Ángel Cortés, Farruquito, Antonio Reyes, Manuel Valencia, Rafael Riqueni, el Ballet Flamenco de Andalucía y, a título póstumo, Morente. La noche cumplió sobradamente las expectativas. Pero de las muchas emociones que nos regaló me quedo con la imagen de Juan Peña, El Lebrijano, coreando uno de los estribillos más conocidos de Enrique Morente, La estrella, a dúo con Soleá Morente. Fue un acto de hermanamiento flamenco de dos artistas fundamentales de lo jondo contemporáneo, Enrique y Juan, Granada y Lebrija. De esta manera quedaron por un momento superadas las pequeñas diferencias estéticas, geográficas o étnicas que separan a los flamencos y que sólo obedecen a resentimientos personales. Se trata de dos artistas que en vida tuvieron sus diferencias pero que quedaron saldadas, con creces, cuando Morente fue a Lebrija a decirle a Juan Peña un estruendoso "Te quiero" en la Caracolá. Ayer El Lebrijano le correspondió con este acto sencillo de cantar por tangos junto a su hija Soleá. Porque el mundo es muy grande y el flamenco casi siempre también.

El de Lebrija acumula arte de muchos quilates en sus cansados huesos. De repente se encuentra con su voz juvenil al decir por soleá las cosas que nos hirieron o que nos enojaron. El Lebrijano cantó de rabia y de memoria y cuando terminó su tanda de soleares no era el único que lloraba.

La gala de los Giraldillos fue un espectáculo dinámico y fresco con la mirada puesta en el pasado. No sólo hablamos de Morente y Juan Peña, también los jóvenes siguen teniendo como referentes a Caracol y Perrate, como vimos en la actuación de Antonio Reyes. Un homenaje que deriva de la más cruda realidad es el que vino con los acordes de Amargura en recuerdo al guitarrista Rafael Riqueni, que cumple condena en estos momentos, razón por la que no pudo estar anoche en el Lope de Vega. Porque la pieza que sonó en las guitarras de Miguel Ángel Cortés y José María Gallardo, siendo otra, es su Amargura. También hubo guiños al pasado en el baile de Farruquito, en recuerdo a su abuelo, como en el del Ballet Flamenco, con la memoria puesta en Mario Maya.

En fin, que esperamos que actos de hermanamiento de este tipo, de solidaridad flamenca, tan necesaria, caigan por su propio peso sin que haya que hacer una apelación a los ausentes. De esta manera se abrió esta bienalita de los años impares que, a tenor de lo visto en su prólogo, se presenta rebosante de dones jondos.

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