Teatro Central

Bailar, pensar, levantar el vuelo

Alberto Almenara y Silvia Balvín, los integrantes de Rosa Cerdo, fotografiados ayer en el Teatro Central.

Alberto Almenara y Silvia Balvín, los integrantes de Rosa Cerdo, fotografiados ayer en el Teatro Central. / Juan Carlos Muñoz

Silvia Balvín sabe que bailar es también una forma de preguntarse. La creadora, uno de los nombres destacados de la danza andaluza gracias a su trabajo en la compañía Rosa Cerdo, fundada junto al músico Alberto Almenara, siente que el movimiento que ella y su compañero han defendido todos estos años dibujaba a menudo una forma interrogante, suponía en cierto modo una lucha: la tensión entre lo intelectual y lo físico, la palabra y la carne. En sus reflexiones, o en sus coreografías, se propagaban, como ondas concéntricas en un lago, las paradojas: "Al fin y al cabo, cuando digo cuerpo, incluyo la cabeza, y cuando digo cabeza, incluyo el pensamiento, y cuando digo pensamiento, incluyo todo eso que no sé contar aquí sin dudar de cada palabra que escribo y que baila sin parar entre los repliegues del cerebro".

Aeróbica: Gestión corporal de aporías verbales, el espectáculo que el tándem formado por Balvín y Almenara estrena en la Sala B del Central (viernes y sábado a las 19:30 horas), le ha brindado a la artista onubense "una manera de abrazar todos los conflictos que me genera estar en escena en una obra".

Balvín se resiste a condensar toda la búsqueda y la sorpresa del proceso creativo en un argumento, recela de "esta costumbre de tener que describir, anticipar algo, porque es de algún modo guiar al público respecto a cómo tiene que percibir lo que tú vas a hacer, aunque te muevas en un código más bien abstracto, en algo que no sigue un hilo narrativo". Pero asume que las artes escénicas tienen su "protocolo" y concede una premisa: ese enigma de cómo se conjugan el cuerpo y el verbo, conceptos que "tienden siempre a abatirse el uno sobre el otro" y raramente encuentran la armonía.

Para intentar responderse, en una investigación que siempre abre sus puertas a un componente lúdico, Rosa Cerdo ha encontrado la inspiración en la esfera del videoclip y en su singular y generosa orfebrería que no para de ofrecer estímulos a quien la observa. "Nos hemos fijado en cuestiones como la disposición espacial, esa composición tan habitual que muestra a una persona de perfil y a otra de frente, o la superposición de planos", señalan los intérpretes, fascinados por el diálogo que planteaban la pieza pionera Video Killed the Radio Star de The Buggles o Total Eclipse of the Heart de Bonnie Tyler. "En este último, ocurre de todo en cuatro minutos. En los videoclips hay una narrativa loquísima, muy hiperactiva, que a mí me recuerda al universo de los sueños, donde no hay una lógica exacta, donde todo sucede porque sí", comenta Balvín, que ha tenido como referencia para esta nueva aventura el ensayo de Carol Vernallis The Functions of Lyrics in Music Videos.

"En Total Eclipse of the Heart hay un momento en el que a un niño del coro se le encienden los ojos, abre los brazos y sale volando hacia cámara, mientras Bonnie Tyler sigue bailando como si nada", recuerdan los integrantes de Rosa Cerdo, que descubrieron más tarde que una actriz de Video Killed the Radio Star ya ejecutaba los ademanes de aquel niño.

Silvia Balvín. Silvia Balvín.

Silvia Balvín. / Tino Yamuza

"Leímos que, cómo la finalidad al principio era vender los singles, había en esos videoclips siempre un acertijo, algo que no queda resuelto, porque eso permitía más la visita repetida. Si tuviese una trama concreta, fuera una película cerrada, como un corto, los espectadores habrían dicho: Ah, esto ya lo he visto, ya me lo sé. Al final, esa falta de lógica surgía del estudio previo de publicistas, de directores...", apunta este dúo, que bebe de fuentes tan dispares como Franco Battiato, Talking Heads, Janet Jackson o Morrissey, "cuando era un hombre encantador, no el de ahora".

"El mundo audiovisual es muy distinto al del escenario", asegura Balvín, "pero nos interesaba ver qué podíamos extraer de ahí". En la música, Almenara transita por diferentes estadios. "Uno de los primeros temas que suena es más aeróbico, más ochentero, más pop; otra pieza se inspira en esas musiquillas de línea telefónica, cuando te ponen a la espera, y después hay un final más denso, oscuro e industrial, sin perder ese toque de sintetizador de Carpenter", dice sobre un repertorio que incluye una pieza de Joaquín León. De la iluminación de Aeróbica se encarga Benito Jiménez, y del vestuario original Ariadna Paniagua y Gloria Trenado.

En el montaje, como en las obras anteriores, Alf o Hovering, vuelven a difuminarse los roles de cada uno y Almenara se expresa de nuevo también con el movimiento. "No quería esa distribución aburrida de un tipo tocando y alguien bailando a su lado", reconoce Balvín. "Los cuerpos de baile que más me llaman la atención son cuando el personaje de una película o el cantante de un grupo se marcan unos pasos. La suerte ha sido que Alberto, sin haberse preparado para ello, tiene inteligencia corporal y memoria coreográfica".

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