Alvaro Suite: "Rompí con mi pasado rockero, pero ya me he reconciliado con él”
ALVARO SUITE | Músico
El veterano músico celebra mañana en Malandar sus cinco años en solitario con un concierto con banda e invitados de excepción
Con más de tres décadas de trasteos, rugidos de amplificador y canciones que son capítulos de su vida, el de Alvaro Suite -“sin tilde, por favor”- es un nombre grabado a fuego en el rock sevillano desde sus inicios en Pinball, pasando por su etapa fundacional en Los Labios y su inconfundible huella en Suite, la banda cuyo nombre eligió como apelativo sustituyendo a su apellido de Fernández, hasta consolidarse como el guitarrista de confianza de Enrique Bunbury durante más de una década. Sin embargo, Suite siempre ha sido un viajero incansable de su propio universo sonoro. Tras cinco fructíferos años en solitario, donde exploró territorios experimentales y capas atmosféricas, el músico sevillano ha decidido volver a la esencia cruda y directa que lo definió, la guitarra como columna vertebral, la banda como latido y la canción desnuda como verdad.
Su próximo concierto en Sevilla será la presentación en sociedad de su nuevo y esperado disco, Acidmath, un trabajo que promete ser un giro para recuperar la energía visceral de sus raíces rockeras y traerla al presente con la sabiduría de quien lo ha vivido todo. Con una banda de lujo e invitados de excepción, Suite celebrará sus cinco años en solitario replanteando su propio catálogo, mañana en la Sala Malandar. En la entrevista que mantuvimos en su estudio de grabación, Graba Graba Hey, comenzamos preguntándole por esto mismo.
Pregunta.-¿El concierto es una celebración, una presentación en sociedad del nuevo Alvaro Suite, o una fotografía del momento artístico en el que está ahora?
Respuesta.-Es un poco las tres cosas. Es la presentación en primicia del último disco, que sale en enero, aunque ya haya adelantado dos singles. A la vez, es una celebración de mis cinco años en solitario, en los que he sacado tres álbumes y un EP. Y también es una fotografía de dónde estoy ahora. Tras montar mi estudio, me di cuenta de que no estaba dedicando tiempo a mis canciones. Los dos primeros discos surgieron a raíz de una ruptura mía con mi pasado rockero, porque después de los grupos en los que estuve acabé un poco harto de guitarra y esos discos son experimentales, evitando guitarras e investigando en capas, en ambientes sonoros. La gira en acústico que hice recientemente me reconcilió con temas que en los discos no me acababan de gustar. Pensé: A esto le falta una batería y un bajo. Y ahora quería hacer un disco crudo, directo y natural, como los hacía antes. Este concierto y la gira que tengo preparada para 2026 son una llamada a mi gente, a los que les gustaba lo que hacía con Los Labios o con Suite. Es una revisión de mis canciones desde lo más esencial, sin echar tierra a los discos anteriores, pero con una mirada nueva.
P.-¿Qué le está resultando más emocionante de preparar este concierto, la parte musical o la sensación de volver a casa para enseñarle al público lo que está gestando? ¿Se está permitiendo disfrutarlo o le puede más la responsabilidad?
R.-Lo disfruto, aunque soy culo inquieto y me meto en jardines que me incomodan, sabiendo que el resultado me va a gustar. El concierto no es solo tocar; he montado una decoración especial, hay muchos invitados y detalles que lo harán diferente. Llevamos un mes ensayando con músicos increíbles como Antonio Lomas, Javi Vega y Esteban Lange -Dr. Stevie-, que se han involucrado al máximo. Todos ellos tienen un montón de otras cosas que hacer y les cuesta mucho, pero poco a poco han ido dejando todo de lado para involucrarse de tal manera que Javi Vega, que no quería tocar el bajo más, es el que más insiste en ensayar. Ver que canciones como Jaula de Oro, basadas en diez sintetizadores, catorce guitarras, una caja electrónica y batería, funcionan con bajo, batería, guitarra y un órgano, es muy enorgullecedor. Me ilusiona mucho y estoy expectante por ver la reacción del público.
P.-¿Se imagina o espera una reacción específica de ese público de casa? ¿Tiene curiosidad por ver si captan los matices nuevos o si buscan los ecos de su sonido anterior?
R.-Tengo el precedente de cuando teloneamos a The Lemon Twigs y tocamos solo temas nuevos. La gente se acercaba después muy entusiasmada. Los singles que he sacado también han tenido muy buena acogida. No he cambiado radicalmente, pero vuelvo a lo crudo, y sé que eso le gustaba a mi gente. Hubo una época en la que me dolía que en Sevilla viniera poca gente a mis dos últimos conciertos, a pesar de que en la calle me decían que les encantaba mi música. Llegué a la conclusión de que no estaba acertando con el sonido, no les gustaba, sencillamente; no es nada malo ni criticable. Eso me impulsó a pensar que igual estaba en una senda equivocada. En 2020 eso era correcto para mí, pero ahora que tampoco me gusta del todo quizás era hora de volver a lo auténtico. Ya me lo decía mi socio del estudio: Basta del look de Bowie y vuelve al rock and roll que te gusta a ti. Este sonido es la esencia de lo anterior, pero sin maquillaje.
P.-Ha anunciado muchos invitados para el concierto. ¿Qué les une a ellos y por qué quería que formasen parte de esta noche concreta? ¿Qué aportan a su banda propia esa noche?
R.-Es la primera vez que actúo como único guitarrista en mi banda base. Y aunque había canciones que pedían más guitarras, ese no es el motivo principal. Invito a Rubén Pozo porque me identifico mucho con su carrera, su empuje y su resiliencia. Admiro su humildad y ya tenemos una buena sinergia. Lagartija Nick son referentes de los 90, una época que influye en este nuevo disco. Tengo muy buena relación con ellos. Con Dani Llamas, que está haciendo muy buen trabajo flamenquizando la música, tengo curiosidad por ver cómo suena en su voz una canción de mi primer disco que siempre he sentido como un pre-flamenco rock. Santero me interesa para una versión de Toda esa belleza que se acerca más al sonido de Suede que como la hice en el disco. Son inquietudes artísticas. Quiero ver a estos artistas en este contexto renovado, en situaciones diferentes y que saquen algo nuevo en mi concierto.
P.-¿Qué valora más en un compañero musical, que le desafíe, que le complete…? ¿Alguno le ha hecho replantearte algo de sus nuevas canciones?
R.-Las canciones de mis discos anteriores no suenan aquí como en los álbumes, pero mantienen la esencia. Están más cerca del sonido de este nuevo trabajo, que es un giro para recuperar lo bueno del pasado y traerlo al presente. Muchos de los artistas invitados estaban allí cuando empecé, o en su proceso también pueden haber olvidado algo de eso. Quiero verlos también a ellos en esa escena. Me complementan. El desafío ya me lo autoimpongo yo, como tocar una hora y 40 minutos siendo el único guitarrista en una formación base de trío, como íbamos a ser al principio; lo que pasa es que yo dependo mucho del Dr. Stevie, porque me llena musicalmente y es como si fuera otro guitarrista, pero con otros sonidos más clásicos e interesantes. Estos artistas llegan para canciones que necesitaban más guitarras, pero los hubiera invitado igual, como le dije antes. La combinación, por ejemplo, con All La Glory, Ana Chufa, Roche Espinosa o Chencho, es espectacular. Un trío de guitarras con la mía y las de Juano e Isra Diezma es un bombazo.
Ahora quería hacer un disco crudo, directo y natural, como los hacía antes”
P.-¿En qué punto se encuentra ahora mismo el disco que va a publicar en enero? ¿Qué queda por hacer?
R.-Está a punto de caramelo. Falta cantar tres canciones y terminar de mezclarlas. Por primera vez, el 95 % de las letras son mías. Siempre he tenido ayuda, pero esta vez me he tirado al río. Estoy retocando algunos textos con ayuda de mi hermano Chencho y Javi Vega, pero estará listo para enero.
P.-¿Qué diría que define el sonido de este nuevo trabajo? ¿Hay un concepto o un hilo emocional que lo atraviese? ¿Se acerca más a un diario íntimo o a un manifiesto artístico?
R.-Se acerca más a no darle importancia al post trabajo de grabación, sino al sonido previo. Casi no hay overdubs. Lo que suena es la toma que grabamos de a lo sumo 4 o 5. Nunca fueron más, exceptuando algunas canciones que trabajó Sebas Orellana, que es un cabeza loca y siempre quería volver a ella, para grabar de nuevo otra acústica, pero con una cejilla y cosas así. Hay incluso alguna gamba, como Revolbert llegando tarde a un acorde con la guitarra, que se ha quedado porque me fascina lo directo y natural que suena. Es un manifiesto en el sentido de que no le doy importancia a camuflar o potenciar una guitarra con otros elementos; prefiero potenciarla antes de grabarla. Si hacía falta lo grabábamos con dos amplificadores, dos sonidos diferentes de la misma guitarra, pero no quería volver a grabar otra vez una guitarra encima de la otra. Cuando no vibraba bien, pues se paraba y se volvía a hacer otra toma en directo. Y eso es lo que suena en el disco.
P.-¿Asume algún gran riesgo artístico en este nuevo disco? Los riesgos artísticos a veces son sonoros, pero a veces son narrativos o de exposición personal. ¿Cuál diría que es el riesgo vital que asume usted al publicar este trabajo?
R.-Siempre he tenido dudas sobre mis letras: ¿le importará a alguien? ¿Lo estaré diciendo de manera infantil? En esta ocasión, lo que he querido es que me parezca auténtico, que yo me reconozca. Mi hermano Chencho me decía que le gustaba mucho cuando yo hablaba de una manera mucho más directa en las letras, sin andarme por las ramas, y Javi Vega todo lo contrario… quillo, pareces Sabina, me decía. Si suena a Sabina, pues suena a Sabina, y si suena poético, pues suena poético; no soy Sabina ni poeta, pero necesito un texto para cantar. Quería hacer una fotografía, desde mi punto de vista, del panorama actual, las tonterías de las redes sociales, los medios... Esa reflexión que haces en un bar de que vivimos pendientes de 45.000 amigos falsos en lugar de los seis que son reales. Para eso hacemos canciones. Sí, me expongo, porque no soy un gran letrista, pero da igual.
P.-Al repasar su catálogo para este concierto, ¿cómo dialogan las nuevas canciones con las antiguas? ¿Le sorprende algún punto en común o alguna divergencia radical que no había visto antes?
R.-Depende de la revisión. Una canción como Toda esa belleza, que es quizás mi canción más escuchada y más respetada, suena a Suede, encaja perfectamente porque Suede está dentro de los parámetros de ahora. Aparte de que no son canciones de hace 35 años, sino de cinco como mucho, muy recientes y en ese tiempo no he dejado de ser yo. No he evolucionado tantísimo en la manera de componer, sino en la de producir. Cuando las tocas solo con guitarra, que es lo que inició todo esto, se asemejan mucho. Ahí están Mientras duermes, o Jaula de oro, con la que yo tenía mis dudas porque era muy Tame Impala y nosotros ahora estamos tocándola como Lagartija Nick, pero Lomas y Javi me dijeron que probase a hacerla sin sintes, solo yo con la guitarra y ellos con la batería y el bajo, y funcionó perfectamente, solo le añadimos un poco de órgano Wurlitzer, y como esa, todas encajan increíblemente y hacen un show muy dinámico.
A veces me preguntaba por qué no venían 50 personas a verme; ahora ya no me quita el sueño"
P.-¿Cómo va todo en su estudio? ¿Qué papel juega ahora en su vida creativa y profesional?
R.-Hasta hace unos meses me estorbaba para mi carrera, porque requiere mucho tiempo para otros artistas. Pero es una simbiosis extraña de sentimientos, me meto en la música de los demás como si fuera la mía; para mí la música de todos es también la mía, por decirlo así; buceo dentro de ella, busco las cosas buenas que tienen y todo me lo tomo como si fuera mío y disfruto mucho produciendo. El problema es que me fui olvidando de lo mío. El estudio es ahora un elemento más en el sonido de todos los discos que grabo allí, incluido el mío. He conseguido domarlo y convertirlo en un instrumento más.
P.-¿Qué ha aprendido de producir a otros artistas que luego haya aplicado a su propio disco?
R.-Sobre todo, la velocidad de grabación y la comodidad técnica. He aplicado muchos trucos aprendidos con gente como Paco Loco o con Ramón García en los discos de Bunbury, con Jordi Mora de ingeniero, pero con una sola meta: agilizar y potenciar la grabación con la menor tecnología y postproducción posible. También he aprendido mucho sobre mezcla, algo en lo que antes era nefasto. Grababa bien y las ideas las tenía claras, pero para mezclar era pésimo y se notaba, tenía que acudir a Jordi Gil para que me arreglara las cosas. Ahora aplico plugins para limpiar frecuencias y darle más cuerpo al sonido, cosas que antes ni entendía.
P.-¿Es usted de los que necesitan caos y azar en el estudio, o se mueve mejor en la precisión? ¿Es más de grabación emocional o de grabación técnica?
R.-Sigo aprendiendo la técnica. Aplico la misma filosofía que con el cuatro pistas de Tascam, pero con más canales. El estudio me ha obligado a mejorar el sonido de lo que entrego, y obviamente, me lo he aplicado a mí también. Y me he auto obligado a ir aprendiendo cosas, a optimizar el estudio y a mejorar el sonido de lo que grabo.
Un lastre que solté fue quitarme la idea de que iba a vivir siempre del ala de Bunbury”
P.-¿Qué le interesa contar hoy como artista que quizá hace unos años no habría contado?
R.-Siempre he estado muy orgulloso de todo lo que he hecho. Lo que sí tengo desde hace pocos meses es una sensación de paz, de tener mi pasado artístico ordenado. Desde Pinball en el 94 hasta ahora, han sido 31 años sin parar de hacer música. Eso me da una especie de adultez que me permite estar tranquilo, sin pensar tanto en si va a gustar o no. Tengo mis canciones, mi estudio, mi maquinaria de promo... eso me hace estar en paz para recordar el pasado.
P.-¿Hay alguna canción cuya letra o atmósfera le haga sentir especialmente expuesto? ¿Alguna que ahora no hace por eso?
R.-Siempre hay cosas de las que te arrepientes un poco, que podrían haber quedado mejor, pero pertenecen a su momento y no se pueden pedir explicaciones. En cuanto a letras, nunca me he considerado un letrista; las he hecho por necesidad, porque no hago música instrumental. Unas son más acertadas que otras, pero no me arrepiento. Es lo mínimo, o lo máximo, que podía hacer en ese momento.
P.-El proyecto personal con su propia banda es muy diferente en la forma y en el fondo del que desarrollaba junto a Bunbury. De todo lo aprendido en etapas anteriores, ¿hay algo que ahora, desde la distancia y la autonomía, haya reinterpretado o reformulado a su manera, casi como una respuesta artística a su propio pasado?
R.-Con Enrique mantengo una relación que sigue ahí. El balance es que, sin querer al principio, desde el 2006, que empecé con él, fui profesionalizándome. Aprendí de él un respeto hacia la profesión y, sobre todo, que todo lo que hace surge de una necesidad personal y artística incontrolable. Él no lo hace pensando en la repercusión, aunque seguramente sabe que la tendrá. Y yo me di cuenta: A mí me pasa lo mismo, aunque sin ser él ni de lejos, ni tener su respuesta inmediata. Pero también lo hago por esa necesidad incontrolable que supera todo lo demás, supera tener que buscar trabajo para encontrar comida. Eso de darle a tu carrera la importancia que tiene realmente, porque va conectada con tu alma, me lo enseñó él con el ejemplo. Eso y el trabajo constante.
P.-¿Qué parte de su pasado musical sigue latiendo en sus canciones… y qué parte ha decidido soltar?
R.-Un lastre muy grande que solté fue quitarme la idea de que iba a vivir siempre del ala de Enrique. Cuando él enfermó y se canceló la gira, me di una hostia de realidad. Pensé: Como en el 2006, tengo que buscarme las habichuelas, pero con todo lo aprendido. Su regreso ha sido paulatino, y yo he comprobado que puedo mantenerme artística, personal y familiarmente por mí mismo, desde la atalaya creativa y profesional que él me regaló. Pero tampoco va a obligarse él, si quiere hacer un disco de piano y violín, a hacer un disco con guitarra cuando no lo necesita. Y si tiene que dejar a EMI, deja a EMI para hacer lo que quiere. Quitarme esa losa fue muy importante.
P.-Hablemos del futuro. Lo que venga después de este disco, ¿le da más miedo o más curiosidad?
R.-Pues mire, ni lo uno ni lo otro. Miedo, ya no me da absolutamente nada en esta profesión. Lo único que me aterra ahora de cara al concierto es la idea de que mis invitados vengan a Sevilla y vean que mi ciudad no me quiere. Pero que el disco tenga 200 oyentes o no me pongan en la radio, me la suda. Lo entiendo, es el mundo que vivimos. Hay unos canales que a mí, quizás por viejo, se me han perdido, no los controlo, no suelo ir a certámenes de chavales donde se mueva ahora lo que se pone en las radios y las redes sociales. Lo que tengo ahora es más empuje. La gira la haré parte por músculo propio, parte por contratación abierta, y esta última está funcionando mejor que en años. Los singles están funcionando muy bien y parece que, con el tiempo, se va creando un pequeño poso de respeto hacia mí en el país. Hice la gira acústica porque me cansé de ir a riesgo ya que era un desastre todo y me rayaba con el universo. Decía: pero ¿cómo puede ser que no haya 50 personas que quieran verme en una ciudad? Si después veo las listas de números de escuchas por ciudades y aquí hay 200 personas que les gusto, ¿cómo no han venido 50?, y entraba en unos caos, que decidí que a la mierda todo. Ahora me siento más tranquilo y con más fuerza. Nada de eso me quita el sueño.
P.-La atmósfera musical actual es más respirable…
R.-Pues sí. Me gustaría resaltar la muy buena salud que tiene la música en este país en los últimos años. Aunque algo entre los unos y los ceros del universo digital nos haga dudar y nos haga despistarnos, está habiendo una calidad musical muy importante que no siempre se ha dado en este país y a mí me gusta mucho participar de ella. Quiero darle la enhorabuena a los artistas sevillanos, andaluces y españoles. Por mi parte, como le he dicho, me siento con más fuerza que nunca para terminar de hacer este disco y ya tengo preparado otro que quiero grabar el año que viene.
También te puede interesar