El amargo desaliento de los héroes
'Los hijos de Kennedy' explora los sueños rotos y las promesas incumplidas de los 60 Emma Suárez, Maribel Verdú, Ariadna Gil, Fernando Cayo y Álex García protagonizan la obra en el Lope
El productor Pedro Larrañaga tenía entre sus empeños personales recuperar una de las obras que a finales de los 70 había interpretado su madre, María Luisa Merlo -acompañada entonces de Gemma Cuervo, Marisa de Leza, Pedro Civera y Paco Valladares-, y dirigido José María Pou. Aquel montaje llevaba a escena Los hijos de Kennedy, una pieza del norteamericano Robert Patrick que tomaba el pulso al desaliento de quienes, en la década de los 60, habían albergado la esperanza de lograr un mundo más habitable para el hombre y más tarde habían comprobado con desencanto que esas promesas no se habían cumplido. Con motivo del 50 aniversario del magnicidio que acabaría con la vida de Kennedy, que se cumplía en noviembre pasado, Larrañaga intuyó que sería una estupenda ocasión para rescatar este texto y pidió a Pou que lo buscara. Ahora, y tras siete meses de gira, desembarca en el Lope esta nueva versión que cuenta otra vez con el intérprete catalán al mando y que ha reunido a un reparto deslumbrante, formado por Maribel Verdú, Emma Suárez, Ariadna Gil, Fernando Cayo y Álex García.
Patrick, que estrenó Los hijos de Kennedy en 1973, enfrenta a cinco personajes a sus propios fantasmas en la soledad de un bar. Allí confluyen los sueños rotos de una generación que fantaseó con el espejismo de cambiar las cosas. Como recuerda Pou, en los 60 "todo estaba por hacer y todo era posible". Aquélla fue "la década de los jóvenes, de los derechos de la mujer, del Poder Negro, el movimiento gay y la contracultura; la de la guerra del Vietnam, los misiles nucleares y el bloqueo de Cuba; la del movimiento hippie, el muro de Berlín, el mayo francés, la píldora anticonceptiva y el Haz el amor, no la guerra". A pesar de describir un momento concreto, la producción mantiene una extraordinaria vigencia. Como resalta Fernando Cayo, "las buenas piezas no pasan de moda, hablan de lo eterno: de los humanos, de sus sueños, sus pasiones. Patrick sitúa la acción en el universo americano, pero el espectador reconocerá sus tristezas, sus ideales. Y el monólogo final de Ariadna, por ejemplo, se podría haber escrito ahora", señala el actor.
Ariadna Gil encarna a Rona, "una mujer que se pasa toda la década luchando para que el mundo sea distinto", que se moviliza junto a Martin Luther King o contra la Guerra de Vietnam. La actriz concibe a su personaje como un homenaje a los defensores de los derechos civiles, a una generación que hizo de la solidaridad "una forma de vida. La obra posee un punto muy amargo, porque todos piensan que no han conseguido lo que buscaban".
Pero, matiza Cayo, a pesar del contenido dramático, de plantear "un friso de los años 60 y sus sueños rotos", el autor retrata las vivencias de los protagonistas con "sarcasmo, ironía, sentido del humor. Hay pese a todo cierto tono luminoso, una puerta abierta, cierto cinismo". El intérprete, visto recientemente en De ratones y hombres, presta su físico a Sparger, un actor homosexual curtido en la escena underground, que habla con el público en un tono "muy cabaretero".
Mayores ambiciones mueven a Carla, aspirante a actriz que "cuando se entera de la muerte de Marilyn, piensa que ella va a reemplazarla", dice Verdú, que repite con Pou tras El tipo de al lado y se pone en la piel de esta "muñeca rota que da un poquito de lástima, que te apetece proteger".
El quinteto se completa con Wanda, una militante que sigue la estela dejada por Kennedy, que se pregunta, desvela Emma Suárez, "qué hubiese ocurrido si no lo hubiesen asesinado" y que continúa creyendo en los valores que defendía su presidente; y con Mark, un veterano de Vietnam que, para Álex García, refleja a aquellos que iban a la guerra "impulsados por su presidente, por su familia, u obligados", que viajaron al país asiático "ilusionados" y descubrieron allí el lado más irracional y turbio del hombre.
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