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"El andaluz auténtico es el tímido, el reconcentrado, el melancólico"

  • Caballero Bonald presenta 'Desaprendizajes', un poemario en prosa en el que defiende de nuevo el ejercicio de la duda como "fermento del pensamiento. Hay que dudar para saber más".

"Vengo de una tierra que nunca ha sido capaz de atajar los escarnios perpretados por sus propios moradores. Vilezas e imposturas que se han transmitido como lacras endémicas hasta hoy mismo, en una gradual propagación contaminante", escribe José Manuel Caballero Bonald en Su oscuridad, su luz, uno de los primeros fragmentos de su nuevo libro, Desaprendizajes. En ese texto, el autor recela de la "gente soez que de la religión hace una treta y de la vanagloria un catecismo; gente que enarbola la egolatría a modo de trofeo y gusta de mostrar su condición como sostén de la banalidad", y reivindica a un andaluz sobrio -el poema se inspira en Cernuda y toma de él su título- como verdadera y legítima contrapartida. "Pienso que el andaluz auténtico -apunta el jerezano en persona- es el reconcentrado, el introvertido, el melancólico, ya sea Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado o Luis Cernuda. El andaluz jaranero es un lugar común que detesto. Yo no tengo nada que ver con ese andaluz del casino, devoto de Frascuelo y de María, como decía Machado, sino con ese Cernuda solitario que pasea triste, y no entendido por nadie, en Ocnos".

La revisión del imaginario vinculado a Andalucía es una de las muchas rebeliones que atraviesan las páginas de Desaprendizajes (Seix Barral), un poemario en prosa "concebido contra todos los pronósticos, porque yo pensé que Entreguerras, mi libro anterior, iba a ser el último", en el que Bonald vuelve a exhibir su convicción de que la literatura se hace desde el cuestionamiento del entorno, también de la realidad íntima del individuo. "La incertidumbre te hace recapacitar, te hace ver las cosas de una manera más apacible. Puede parecer una impertinencia, pero el que no tiene dudas es lo más parecido que hay a un imbécil. La duda es el fermento, el factor desencadenante del pensamiento. Hay que dudar para saber más", sostiene el autor, que ayer presentó su nueva creación en Sevilla en un acto del Centro Andaluz de las Letras.

Desaprendizajes es así un "enfrentamiento a una realidad que yo no comparto, a cosas que me han enseñado de mala manera, que he asimilado malamente y que hay que desaprender, que hay que olvidar y volver a aprender de otra manera", resume Caballero Bonald sobre un libro "lleno de preguntas: a algunas contesto, a otras no sé contestar, y dan origen a otras preguntas consecutivas".

Entre sus inquietudes, el poeta firma un nuevo homenaje al Coto de Doñana, "uno de los parajes más reiterativos en mi obra y frente al que vivo prácticamente medio año", la Argónida donde ambientaría entre otras propuestas el libro del que más orgulloso se siente, Ágata ojo de gato. "El depredador fue desde siempre un cargo hereditario y no cejó en su empeño usurpativo mientras se supo secundado por el poder. Mancilló hasta el vilipendio la armónica heredad, ideó tretas asesinas contra sus legítimos pobladores, infligió heridas inhumanas a la biología, saqueó sus seculares pertenencias", escribe en Mater Terra, donde Doñana acaba simbolizando la por fortuna tenaz fecundidad de la naturaleza frente a la mano dañina del hombre. El mismo escalofrío ante la devastación se percibe en Casus Belli, poema en el que el autor se duele ante la barbarie de la guerra en escenarios como Bagdag, Damasco o Alepo. "Son sitios que yo conozco y a los que no he vuelto, pero las fotografías que veo de aquellos lugares que tenían una riqueza arqueológica incomparable son todas de destrucción. Allí, a orillas del Tigris, del Éufrates, está la cuna de nuestra civilización. Destruir eso es destruir de alguna forma nuestra memoria más ilustre", lamenta.

Las piezas que componen Desaprendizajes son poemas en prosa, pero el escritor se resiste a encasillarlos en ese formato "porque ese apelativo es equívoco. Son poemas dispuestos tipográficamente como si fueran prosa, pero se pueden partir como versos y se convierten en poemas tradicionales", advierte Caballero Bonald, que mantiene aquí su exigencia de orfebre que cuida con escrúpulo cada verbo al que recurre. El autor de Descrédito del héroe defiende un concepto de poesía "como una construcción verbal, un hecho lingüístico. La verdadera poesía está hecha con palabras, unas palabras que se juntan de pronto por primera vez y abren un mundo nuevo, una realidad desconocida para el lector. Yo no creo que cuente historias, cuenta ideas".

En Desaprendizajes, Caballero Bonald invoca en "homenajes indirectos" a "unos poetas de los que me siento muy cerca", un amplio espectro que va desde ese "soñador condenado al insomnio" de Góngora hasta voces recientes como la de Antonio Lucas. Entre esas referencias estaría Octavio Paz y El mono gramático. "Con Paz comparto la convicción de que no hace falta que la poesía se entienda plenamente, basta con que produzca, por el funcionamiento del lenguaje, una emoción. Esa preocupación -prosigue Bonald- la tenía Paz y la tenían otros muchos escritores hispanoamericanos a los que me siento muy unido. Onetti, Rulfo, Lezama Lima, Carpentier, Borges... Todos ellos son maestros en cuya obra ocupa un lugar fundamental el lenguaje. Hay fragmentos de novelas de Onetti, por ejemplo, que son verdaderos poemas".

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