Aniversario Se cumplen 20 años desde la muerte del legendario músico

20 años con y sin Chet

  • El trompetista americano Chet Baker no ha dejado de influir a generaciones de músicos y aficionados desde los años 50 hasta su trágico fallecimiento en 1988

Varios sellos discográficos tienen la gentileza y la delicadeza de conmemorar, más que celebrar, los 20 años cumplidos desde la trágica pérdida de Chet Baker (1929-1988). Lo hacen con la reedición de varios títulos, de desigual envergadura, de épocas dispares y en formaciones diversas, lo cual viene a retratar fiel y honestamente al trompetista y cantante, sin la perspectiva morbosa de esos biógrafos que se han acercado a los pormenores de su atormentada existencia, no con el interés legítimo del musicólogo, sino con el regodeo propio de los más inmisericordes paparazzi. No es sólo que Chet sobreviva en los discos que grabó, que su obra nos lo devuelva íntegro y auténtico, sino que la única verdad indiscutible acerca de Chet es su música. Si esto es aplicable a cualquier gran artista, tanto más -diríamos parafraseando a Gil de Biedma- a quien se consagró en cuerpo y alma al jazz y acabó siendo canción.

La casa Gambit recupera algunos títulos esenciales ya conocidos por el aficionado: las míticas sesiones Barclay de los años 55-56, en un digipack de título In Paris: Complete Original Recordings, que reúne las tomas maestras, sin los descartes (el año pasado apareció una caja con todo el material grabado entonces), así como Estate, título de 1983, en trío, con un etéreo Philip Catherine a la guitarra y Jean-Louis Rassinfosse al contrabajo. De un lado, pues, el esplendor de juventud de las sesiones Barclay, con un espléndido -pero siempre melancólico- trompetista en la cresta de la ola -pero ya enganchado a la heroína-, en la Edad de Oro del jazz de la Costa Oeste americana, el cool jazz a la conquista del viejo continente; y de otro lado, el Chet maduro, sin rumbo, abatido y sabio, con ese modo único y precioso de ser triste.

Fresh Sound, sello que dirige el barcelonés Jordi Pujol y que estos días cumple 25 años de incansable dedicación al jazz, ha mucho que viene rescatando del limbo discográfico buena parte de la obra temprana del trompetista, paradigma del West Coast Jazz y su tiempo, y ahora nos ofrece una más de sus impecables reediciones: Chet Baker and Crew At The Forum Theatre, magnífico concierto junto al saxofonista Phil Urso y al pianista Bobby Tymmons, entre otros, en la etapa inmediatamente posterior a su paso por el celebérrimo cuarteto sin piano de Gerry Mulligan.

Frémeaux & Associés aportan, por su parte, un doble cedé que encaja en su canónica serie The Quintessence y da idea del florecimiento de Baker, a caballo entre Los Ángeles y Europa, entre los años 1953 y 1956, cuando Chet alcanzaría la popularidad de una estrella de Hollywood, tan desorbitada y destructiva como merecida fama. Por último, Jazz Lips presenta Live At Le Dreher Club 1980, dos volúmenes que recogen sendos conciertos en el club parisino, en los que encontramos a un Chet alicaído, como parapetado tras los músicos que lo acompañan, y que si a veces remonta el vuelo y brilla, no parece el mismo que registrara, tan sólo unos meses atrás, álbumes excepcionales como su encuentro con Duke Jordan, No Problem, o el puñado de joyas que constituyen The Touch Of Your Lips y el resto de sus grabaciones junto a Niels-Henning Ørsted Pedersen y Doug Raney (todos para el sello Steeplechase y todos imprescindibles).

Chet Baker vivía tan deprisa y desesperadamente, que parecía dispuesto a morir demasiado joven. No fue así, y tras largos retiros y abandonos, volvía siempre a escena, como si únicamente le fuera dado respirar a través de su trompeta. Quienes amamos la belleza no podemos sino aplaudir la reaparición y celebración constante de su música, en virtud de la cual Chet regresa entre nosotros.

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