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Cultura

La bailaora ensimismada

'Morón baila'. Baile: Juana Amaya, El Choro, Nazaret Reyes. Guitarra: Juan Campallo. Cante: Pepe de Pura, El Quini, José Manuel Zambullo y Jonatan. Percusión: Paco Vega. Lugar: Teatro Central. Fecha: Martes 7 de abril. Aforo: Casi lleno.

Es una fórmula exclusivista de entender el flamenco. Es más de lo mismo, un plato único. Una estética que, aunque se presenta como ancestral, es la última en aparecer en la historia de lo jondo. Es un baile acorde con los tiempos: nervioso, tenso, frenético y atlético. Esta bailaora de Morón es una de las máximas representantes actuales de ese flamenco percusivo, hiperrítmico, que lo da todo por los pies, que fue hegemónico hace un par de décadas. Un baile en el que los brazos y las manos apenas sirven para sostener la falda, para que se vean los dibujos de los pies. Zapateados, golpes, redobles, escobillas, remates..., un espectáculo de enorme compás y de elaborado y preciso montaje. Los dos bailaores invitados, Nazaret Reyes y El Choro, responden a este mismo perfil. Así que tuvimos 100 minutos del mismo menú de pies flamencos.

Lo más interesante de la actuación de Juana Amaya fueron las seguiriyas, que tuvieron un brillante prólogo en la guitarra solista de Juan Campallo. Por seguiriyas la artista de Morón me resultó equilibrada ya que estamos ante un estilo que requiere fuerza, contundencia y una cierta ferocidad que son las señas de identidad de la bailaora. Los dibujos rítmicos son tan complejos que la artista permanece ensimismada todo el rato, con la mirada fija en el suelo o velada por los cabellos, muy concentrada. Lo cierto es que las escasas ocasiones en las que levantó la mirada el espectáculo se cargó de energía. El Choro fue muy aplaudido en unas alegrías en la misma línea percusiva y viril y Nazaret Reyes ofreció unos tangos gustosos. También hubo un paso a tres por bulerías. Juana Amaya cerró la noche por soleá con la misma receta que había protagonizado toda la obra. Amaya es una bailaora no sólo contundente, sino también dramática. Sin embargo, no saca el suficiente partido de sus dotes actorales porque el protagonismo exclusivo se lo lleva el ritmo. Eché de menos una mayor comunicación con el público que, no obstante, quedó fascinado por las virtudes de los intérpretes señaladas.

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