Álvaro Toscano | Crítica
Delicada guitarra de salón
Sevilla/Pasa que a veces necesitamos dejar que otros nos miren para darnos cuenta de quiénes somos. Por eso, igual, en este primer día soleado de la tan prometedora como incierta primavera tenía que llegar María Terremoto y el pianista Alejandro Cruz Benavides a las Noches Icónicas del Colón para hacernos regresar a la Giralda y darnos cuenta, como advierte en Amigo José Luis Perales que sigue estando en pie.
Puede que después de esta Semana Santa triste de sobresaltos y polémicas necesitáramos que la cantaora nos zarandeara con su voz y su poderío para reconciliarnos con esta ciudad contradictoria y excitante a través de las letras -y los ojos- de quienes mejor la han sabido contar y cantar.
Apunté "paseo" en el cuaderno mientras la artista daba "bocaos" en la zambra de Caracol que nos lleva a la Alameda más sórdida y justo después de que metiera al público por las calles estrechas que llevan al patio de naranjos de la mencionada canción de Perales, con la que dejó a todos sobrecogidos. Oí entonces detrás de mí un suspiro profundo y un "¡vaya viaje!" y entendí que el comentario era aún más acertado que mi anotación porque recoge ese doble sentido tan nuestro.
En realidad, no sabemos cuántas veces se ha caído, levantado, reído o llorado la jerezana en esta ciudad donde dijo que tiene "medio cachito de corazón", concretamente en la orilla de Triana. Pero lo que demostró en este recital íntimo es que en su cante cabe la Sevilla melancólica, la alegre, la valiente, la despreocupada, la arrebatada, la profunda, la exuberante y la cotidiana.
Desde el Río de mi Sevilla de Lole y Manuel en el que se va soñando tus besos por el callejón del agua con el que inició el concierto la Terremoto, volvimos a contemplar Triana en el mes de abril en la versión de la canción de Alejandro Sanz que grabó Pastora Soler, presente en el patio de butacas y a quien dedicó el tema. "Aún me impone más cantar así de cerca y frente a una artista a la que admiro tanto", reconoció emocionada.
De ahí al Santa Cruz de las Dos cruces en la conmovedora copla con la que María consiguió que sintiéramos los adoquines en los pies. Y, así, en este pequeño recinto de cincuenta personas y junto al piano luminoso, elegante y enriquecedor de Cruz Benavides, ambos rindieron pleitesía a la belleza de los senderos del Parque de María Luisa, a Sierpes y a la Plaza Nueva, rememorando a Pareja Obregón. También a esa cosa "que sólo tiene Sevilla" que tarareamos por sevillanas pensando ya en las que bailaremos en la Feria que está apunto de llegar. Y a los colores que dibujó Cruz con el piano en su homenaje al mítico tema de Los del Río donde evidenció la naturalidad con la que hace suyas las canciones y la facilidad con la que otorga entidad incluso en temas a priori más banales. "¡Qué manos!", escuché al finalizar en la cola del baño.
Por su parte, haciendo alarde de su versatilidad la Terremoto se acordó de Pata Negra (ay Sevilla de vacaciones) y regaló en el bis la verde claridad sonora de Rocío Jurado con pasmosa valentía. Demostrando un amplio registro vocal que la hizo brillar en los sonidos más negros, en los quejíos más gitanos y en los tonos más líricos. Sabiendo que cantarle a Sevilla implica hurgar en sus raíces y escuchar la música de todas sus estaciones.
También te puede interesar
Álvaro Toscano | Crítica
Delicada guitarra de salón
FESTIVAL DE CINE EUROPEO
Estos son los sitios que Johnny Depp visitará en Sevilla
Miren Iza | cantante de Tulsa
"Hago relatos cantados"