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CULTURA
Los Goliardos fue un grupo de monjes errantes que vivía de manera nómada por Europa a lo largo del siglo XIII. Estos clérigos eran grandes aficionados a la escritura. Una pasión que provocó que esbozaran textos y poemas en los que –de una manera poco ortodoxa para los cánones eclesiásticos– animaban a romper con las reglas establecidas, a vivir el presente y a gozar de la vida terrenal. De hecho, usaban la lírica para alabar los placeres del vino, el juego y el amor. Unos escritos que quedaron resguardados –o escondidos– en la biblioteca de la Abadia de Benediktbeuern, en Baviera, durante más de 600 años. En 1936, el compositor Carl Orff dio con estos textos, que sirvieron como inspiración para crear su gran creación: Carmina burana. Una cantata que ha pasado a convertirse en una de las obras más populares de toda la música clásica.
La Fura dels Baus tomó en 2009 la célebre composición de Orff –inconfundible O fortuna– para confeccionar un espectáculo cuyo éxito le ha llevado a ser la escenificación de Carmina Burana más representada de la historia. Después de haber pasado por más de tres continentes y de haber sorprendido a más de 350.000 espectadores, aterrizarán en Andalucía con una doble cita. Del 27 al 29 de octubre recalarán en el sevillano Cartuja Center Cite. Posteriormente, del 3 al 5 de noviembre, lo harán en el Palacio de Congresos de Granada. Una puesta en escena que –de forma visual e incluso sensorial– invita a los espectadores a disfrutar de todos los placeres que la vida es capaz de ofrecer.
Sobre el escenario, un cilindro de diez metros de diámetro envolverá a la orquesta, mientras que las imágenes proyectadas sobre él ilustrarán la obra de principio a fin: una luna gigante, el deshielo o un éxtasis floral. "Siendo justos con las propuestas anteriores que se hayan podido ver de Carmina Burana, donde planteaban 50 o 60 músicos y 100 personas de coro, aquí contamos con un elenco más pequeño, pero con una selección de voces impresionante", explica a este periódico el tenor Lorenzo Moncloa, uno de los tres solistas del espectáculo. Indica que esta reducción con respecto a otras producciones se debe a que "aquí lo importante no es escuchar la música de Carmina Burana. Lo principal es que el público salga con la sensación de haber disfrutado y de haber sentido la obra de una manera especial e inusual". Por tanto, esta producción –que mantiene su fidelidad al montaje ideado por Carlus Padrissa en 2009– pretende que el público realice un recorrido por sus cinco sentidos.
Moncloa se ha incorporado este año al elenco para meterse en la piel de uno de esos monjes goliardos, que salieron de su orden para disfrutar de los placeres terrenales y que disentían de lo que la norma eclesiástica del momento les proponían. "Empezaron a darse cuenta de que esta vida tiene mucho más que una dedicación absoluta a Dios. Cuando empezaron a escribir estas nuevas sensaciones, ellos mismos se convirtieron en proscritos".
Esta situación confiere a los Goliardos "una manera de entender la vida mucho más sensorial". Moncloa señala que ha querido darle "más uniformidad" a toda su aparición sobre el escenario para que el espectador capte mejor la forma en que estos monjes de la Edad Media sentían y vivían "con plenitud este descubrimiento". "En un momento dado puedo ser un pervertido, un bebedor o lascivo", confiesa el intérprete sobre su papel.
Pero además de la preparación del propio personaje, los solistas de esta propuesta escénica abordan la dificultad de cantar de forma totalmente opuesta al formato clásico. Lejos de permanecer de pie detrás de un atril y con una partitura, "nos cambiamos continuamente de ropa, cantamos dentro de un tanque de agua, subidos a un grúa a ocho metros del suelo e incluso entre el público. Tenemos un ritmo vertiginoso que hace que el espectador no descanse su atención ni un minuto". Señala que todos –desde el coro hasta la parte técnica– ofrecen continuamente nuevas experiencias al espectador. Una dificultad añadida, "porque en mi caso, interpreto una de las partes más difíciles de la obra dentro de una piscina de agua y, cuando acabo, tengo que salir corriendo para cantar en el patio de butacas".
Precisamente, con esta propuesta rompedora pretenden llegar a un público más heterogéneo y menos especializado. "Este Carmina Burana atrae a muchas personas que no están habituadas al universo lírico y puede abrirles una puerta al teatro o a la música que les servirá para toda la vida. El espectáculo puede ser esa llave para todos los que no conozcan el teatro clásico”, recalca el intérprete.
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