La compleja y emocionante belleza de la dualidad

Afines | Crítica de danza

Mario Bermúdez y Catherine Coury en una imagen de ensayo de 'Afines'.
Mario Bermúdez y Catherine Coury en una imagen de ensayo de 'Afines'. / Jorge Ortiz

La ficha

**** ‘Afines’. Dirección artística: Mario Bermúdez y Catherine Coury. Coreografía: Mario Bermúdez Intérpretes: Mario Bermúdez y Catherine Coury. Dramaturgia: Isabel Vázquez. Composición y diseño musical: José Pablo Polo. Diseño de vestuario: Moisés Nieto. Iluminación: Mamen B. Gil. Lugar: Teatro Central, Sala B. Fecha: Viernes29 de noviembre. Aforo: Lleno. 

Marcat Dance, una de nuestras mejores compañías de danza contemporánea, acaba de estrenar su último trabajo en el Teatro Central.

Un trabajo íntimo y arriesgado. Un dúo de casi una hora de duración interpretado por el jiennense Mario Bermúdez y la americana Catherine Coury, fundadores y directores de la compañía, creada en 2016 sobre la base del amplísimo bagaje acumulado por ambos artistas. 

Afines es una pieza realizada desde la complicidad y desde la madurez. Madurez de ambos como bailarines, con una técnica y una precisión extraordinarias, y madurez como coreógrafos, con un lenguaje propio en el que se mezclan, digeridos ya, los mejores conceptos de coreógrafos como Johan Inger, Ohad Naharim, Shen Wei o la americana Andrea Miller, a la que recordamos en ese tono psicológico, en esa emoción que nace del recorrido que van dibujando los bailarines, de sus movimientos y de sus significativas miradas, nunca a priori

Madurez en el uso del ‘tempo’, en el modo de alternar los ritmos y las escenas, en perfecta connivencia con la música de José Pablo Polo, y sin perder jamás la energía del movimiento. No hay nada banal, ni vacío en este dúo escandido por la luz.

Porque la luz creada por Mamen B. Gil, esa neblina que los distancia del mundo real y los encierra en una especie de burbuja, es casi un tercero en concordia. Es ella, ya cerrando, ya abriéndonos el campo de visión, la que escande las distintas secuencias en el espacio, creando una textura onírica que los acerca y los aleja de manera casi cinematográfica.

La danza, con toda su abstracción, se va llenando así de contenidos, perfectamente estructurados también por el trabajo de dramaturgia de Isabel Vázquez, que vertebra las relaciones de los bailarines y su necesidad de respirar, de hacer una tregua en la exigente aventura emprendida. 

En la mente del espectador van surgiendo relatos: de amor, de entrega, de defensa ante el mundo invisible que los rodea; momentos de soledad, de girar hacia dentro de la propia individualidad. Hay pocos unísonos, algunas variaciones que se repiten como aliteraciones y, aunque todo el cuerpo está implicado, son los brazos, las manos expresivas las que dirigen las acciones, las direcciones, los acercamientos. Las que cubren sus rostros y las que, en un momento dado, se quitan la ropa -él la gabardina, ella la chaqueta- como dos reptiles que dejan la piel seca y gastada en su camino de purificación.  

También hay lugar para la danza más acrobática, para los portés del hombre, que maneja con facilidad a la mujer, la sube a su cuerpo, la hace girar… Pero siempre desde la confianza, nunca desde el dominio; se pueden percibir los años de escucha que hay detrás de Mario y Catherine, pareja en la vida real.

Afines es una pieza, rica y esencial a la vez, que se enmarca entre dos abrazos; el primero, lleno de expectativas; el último llega con un baile, los pies en los pies, para terminar en la tierra, descansando el uno en el otro con la emocionante belleza de la dualidad. 

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