Flamenco

En lo corpóreo, lo intangible: la virtud del baile de Juan Tejero

El bailaor jerezano Juan Tejero en su escuela en Sevilla.

El bailaor jerezano Juan Tejero en su escuela en Sevilla. / Juan Carlos Muñoz

“Lo que se ha creado en esta escuela es algo diferente, algo que va más allá a la técnica. Yo quería adentrarme en los códigos del cante para, así, expresar mi baile”, declara Juan Tejero. Jerezano. Artista. Bailaor. Organizador de la zambomba que este miércoles 29 se celebra en la terraza Iguana, en Sevilla, frente al río Guadalquivir. Juan Tejero nos recibe en su escuela de baile, próxima también al río, aunque ubicada en este caso en el barrio del Arenal. Con él conversamos acerca del flamenco de Jerez, de la Navidad según la cultura flamenca de aquella tierra. Cultura que año tras año atrae el interés de aficionados al cante y de personas de diversos puntos de la geografía española.

El Guadalquivir desemboca en la provincia de Cádiz y Juan Tejero, desde esta provincia –el Jerez natal-, desembocó en Sevilla. “Una ciudad que me atrapó”, confiesa. El bailaor lleva años afincado en la capital andaluza. En el mercado del Arenal abrió su escuela, en la que congrega a alumnos de todos los niveles. Expertos o no en esto del compás, la pureza y el cante. Eso no importa. Lo que sí es relevante en esta escuela, porque marca la diferencia, es que aquí se aprende a escuchar, se aprende a sentir el flamenco –ya sea la bulería, la seguiriya, la soleá- y desde ahí, con la lección interiorizada, se comienza a trabajar en la técnica. En los movimientos del cuerpo. Del ritmo con los pies y con las palmas. Para así lograr un dominio extraordinario que conjuga la música y la expresión corporal.

Con Juan Tejero se llega a lo que puede resultar una contradicción: nuestro cuerpo, que es finito, que tiene límite, es el punto de partida para crear ese campo sin límites que es la emoción en el arte.

“Escuchar, sentir e improvisar. Lo que implanto en mi escuela es que hay que prestar atención al cante. Porque el cante es lo que nace primero. El cante flamenco que nace como un lamento, del pueblo, como un grito, y después… al baile”, explica Juan Tejero. El bailaor insiste en que este es el camino para generar esa combustión de emociones que da “el pellizco”. El alumno de la escuela primero aprende a escuchar, y después a interpretar, mediante el cuerpo, esa escucha. Con Juan Tejero se llega a lo que puede resultar una contradicción, pero no lo es: nuestro cuerpo, que es finito, que tiene límite, es el punto de partida para crear ese campo sin límites que es la emoción en el arte. Lo corpóreo es la herramienta que nos permite alcanzar ese terreno intangible de lo que nos conmueve.

“Pellizcar, templar y mandar. Para bailar hay que tener templanza, hay que tener respeto”, aclara el bailaor. Un virtuosismo al que es muy difícil llegar si no se asume esa parte “espiritual y no técnica” del baile. “El arte del baile flamenco es una transformación del escuchar, del sentir. Hay que entender la parte más profunda del sentir para hacer energía a través del arte”, resume Juan Tejero, detallando el propósito principal que se trabaja en su escuela.

“Mi zambomba no se hace sobre un escenario. Y es sin micro. Nosotros nos organizamos en torno a un círculo. Respetando la esencia de las zambombas de siempre en Jerez".

Pero además de la escuela, como indicábamos, Juan Tejero organiza cada año –ya han cumplido la década- su esperada zambomba, en Sevilla. Una zambomba que mantiene la costumbre de la tradicional zambomba jerezana. La cual no se celebra sobre un escenario, ni con megafonías ni micros. La liturgia contempla otros ritos y maneras, tal como desarrolla Juan Tejero: “Mi zambomba no se hace sobre un escenario. Y es sin micro. Nosotros nos organizamos en torno a un círculo. Respetando la esencia de las zambombas de siempre en Jerez. Para la nuestra traemos, entre otros, a artistas de la talla de Mara Rey, Sara Rincón, Rosario Heredia o Fernando Soto, como artista invitado. Interpretaremos villancicos populares. Y habrá también sitio para la bulería. Lo que tenemos claro es que no haremos un espectáculo en torno a la zambomba. Esta es la zambomba del pueblo, donde todos nos juntamos. Es la zambomba que se hacía en patio de vecinos, en un patio con una candela”.

Juan Tejero, a propósito del auge de la fiesta en los últimos años, lamenta que se esté perdiendo “su esencia”. “A veces se confunde una botellona navideña con una zambomba flamenca”, apunta. Aunque añade el bailaor que “aún hay algunas zambombas que sí tienen el sello de Jerez:  la de la peña La bulería, la de la peña tío José de Paula, los cernícalos. Todas las peñas hacen una zambomba que mantienen los códigos”. Por ahí, por estos nombres, el bailaor nos recomienda si queremos disfrutar de una auténtica zambomba. “Que no zambombá”, apostilla, entre bromas, Juan Tejero.

Criado con la voz de los Moneo, de Terremoto, y con los sonidos de Manuel Morao o de Moraíto, Juan Tejero despliega compás y temple. Lo comprobará todo aquel que se acerque hoy a la zambomba en la terraza Iguana. “Vendrá gente de Jerez, pero también de Córdoba, de Málaga…”, precisa el bailaor. Una zambomba para unas doscientas personas en la que confluyen cante y baile, emoción y fiesta.

Además, para el 1 de marzo de 2024, en la próxima edición del Festival de Jerez, Juan Tejero tiene prevista otra actividad relacionada con la manera tan personal de entender su baile: el crítico y periodista Manuel Martín Martín reflexionará ese vínculo entre baile y cante flamenco. Tras una “berza jerezana y en un local llamado Bereber, un antiguo palacio mudéjar, situado en el barrio de San Mateo”, concluye Juan Tejero.

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