DJ Capu

Capullo de Jerez con la guitarra de Ramón Trujillo
Capullo de Jerez con la guitarra de Ramón Trujillo

Sync es un sofware que usan los djs para mezclar dos canciones sin tener que sincronizar el tempo. Anoche no hizo falta ningún ajuste: el compás de Capullo de Jerez sintonizó con el alma de la Sala X y la convirtió en lo que es a veces: una discoteca, honrando el nombre del ciclo en el que actuaba, Flamenco Sync. Lo hizo a base de cantar sus hits, de pie, con la camisa por fuera, con el micro en la comisura de los labios y a veces a grito pelao, como un predicador del soniquete que clamaba ante un público apretujado al pie del escenario con los brazos en alto, al estilo de los clubs de rap de Detriot. "Yo vendo pesacíto a dos reales" fue un estribillo por bulerías que coreó el respetable poseído por el bounce, el wine, el saoko, las mil maneras de llamar lo mismo: el son de este jerezano que tiene todas las llaves del ritmo guardadas en la chistera.

Y es que Capullo de Jerez actúa como un mago: te repite el truco en la cara y todavía no sabes cómo lo ha hecho. Porque su cante no responde a ninguna ortodoxia, mezcla estilos, se dispersa en una voz demasiado ronca, que recorta y alarga a su antojo. Pero, como en una buena sesión dj, el compás ejerce de hilo conductor, de pastor de almas, pues lo realmente importante, por lo que llenamos anoche la Sala X, es para bailar este flamenco que se escucha con el cuerpo, se suda y se celebra siempre con una sonrisa en la cara.

Con la guitarra de Ramón Trujillo, la percusión de José Soto "El Tripa" y las Palmas de Miguel Flores y José Rubichi, el cantaor del barrio de Santiago comenzó por una larga tanda de bulerías por soleá, con sabrosos giros de cantaor viejo en los que recreó los estilos de su tierra en una especie de cosquilleo que presagiaba la fiesta por bulerías. Porque todo es un preámbulo, una cuenta atrás para el estallido de éxtasis que anuncia el "viva Jeré". Inclusive el taranto, un mero trámite donde sin rigor alguno recreó las melodías de Manuel Torre y el Caminito de Totana bajo el prisma de Camarón, pero doliéndose en los bajos y por tanto, levantando el ole. De nuevo, con el público en el bolsillo, enfiló una tanda de fandangos naturales en la que eligió estilos populares que mezcló a su antonjo, entre ellos esa letra con la que alguna vez nos hizo llorar su amigo El Torta: Un perro en la madrugá. Inmerso en su misión, el Tripa remataba la letra de fandango con el cajón: tal era la carga rítmica del recital.

Sin necesidad de más preámbulos, Capullo se internó en una tanda por bulerías que alcanzó la media hora, iniciada con el recuerdo de Paco de Lucía "el mejor de to los tiempos". También se acordó de Caracol y su zambra -No hay flor como la amapola-, reafirmando la condición de Jerez como territorio caracolero, quizás más que la propia Sevilla. Por momentos, Miguel Flores, que así se llama el tío Capu, se limitaba a navegar sobre el ritmo, y a declamar las letras, por ejemplo la del himno de Andalucía; para luego rematarlas con un estribillo en el que le asistía Rubichi. Pero nadie salió del laberinto en que nos tenía inmersos, menos después de que, sin signos de agotamiento, despachara una rumba eterna, repleta de estribillos, que inauguró con ese Me estoy enamorando y culminó con su mítico Lucha por la libertad, ya con la Sala X convertida en una caseta de distrito a las tantas de la noche; una de esas noches que no deberían terminar nunca.

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